sábado, 31 de julio de 2010

Miguel Panadero

La villa marinera de Agaete, en la isla de Gran Canaria, está inmersa ya en sus populares Fiestas de las Nieves, que se prolongan a lo largo de los últimos días de julio y casi todo agosto, y que tendrán su día grande el día 4, cuando miles de romeros celebren la popular y concurrida Bajada de la Rama. El cartel de este año es obra del artista plástico Miguel Panadero, que ha recurrido a una serie de figuras antropomórficas a las que ha puesto a danzar, rama en mano, para recrear el carácter lúdico, colorista y festivo de la celebración.

Y como no todo son actos religiosos, pruebas deportivas y jolgorios varios, se ha organizado una exposición, que se inaugura hoy en el Centro Cultural de la localidad norteña, con la última serie de pinturas de Panadero, Fluidos, parte de la cual se pudo ver hace unos meses en Las Palmas de Gran Canaria. Miguel se adentra, desde la abstracción, en el propio proceso de creación pictórica, lo que da como resultado paisajes imaginarios, formas artificiales, que se diluyen, que se transforman, generando una constante sensación de movimiento; en definitiva, que fluyen en la más absoluta libertad.

Al parecer, la colaboración desinteresada de este artista canario será correspondida por el Ayuntamiento con una calle que en el futuro llevará su nombre. La iniciativa, sorprendente por original, parece una buena medida para afrontar la maldita crisis y cuidar las arcas municipales, tan castigadas en estos tiempos. Además, crea un vínculo entre el pintor y los ciudadanos y renueva la toponimia callejera del lugar. Aburre tanto ver los mismos nombres de calles y plazas en ciudades y pueblos -da igual su localización geográfica-, que ideas como éstas deberían extenderse por todas partes. A ver quién toma el testigo.

jueves, 29 de julio de 2010

Cándido Mañana


Uno no sabe si el coronel Aureliano Buendía escribió a sus familiares momentos antes de ponerse frente al pelotón de fusilamiento, un gesto de gracia al que se acogieron miles de condenados a muerte por el franquismo cuando se encontraban en capilla, a pocas horas de ser ajusticiados por el único delito de haber combatido en las filas republicanas.

Solos o en compañía, con la única perspectiva de la muerte próxima, los presos abrían sus corazones para despedirse de sus seres queridos, para pedirles que no los olvidaran nunca, para recordarles que morían por la libertad, para rogarles que a sus hijos les enseñaran que sus padres habían sido hombres buenos. Muchos de ellos apenas sabían escribir o se expresaban con dificultad. No importaba, había que dejar constancia del amor hacia los suyos, dejarles un último recuerdo. Como hizo Cándido Mañana, un maquis que en 1951 -el franquismo, por mucho que algunos se empeñen, siguió asesinando hasta el final- fue condenado a garrote vil. En una breve carta remitida a Charín Benita el mismo día de su ajusticiamiento, dice:

"Querida Charin
hoy dia 20 Me allegado
la hora de Muril
No suf[r]a por mi
nena) muchos besos
ato dos de mi parte
un abrazo y un recuer
do) Para siempre
de tu

Candido Mañana"

P.D.: Gracias a Raquel Miranda, por abrir su archivo familiar y facilitarme este sobrecogedor testimonio, uno más, de los crímenes franquistas.

martes, 27 de julio de 2010

Mogador/Essaouira


Ahora que llega el verano y los tan esperados días de descanso, la ciudad de Essaouira, antigua Mogador, en la costa atlántica marroquí, se convierte en un destino muy recomendable. Sus murallas, sus plazas, sus callejuelas, sus rincones, sus playas, sus cafés, sus palacios –que hablan de un pasado glorioso- se pueden recorrer y visitar con la ayuda de la típica guía turística, que da cuenta de direcciones, consejos prácticos, precios y recomendaciones culinarias y hosteleras. Pero también es posible otra forma: caminar por ella como si se tratara de un territorio real, sí, pero sobre todo literario, imaginario.

Algo así como lo que ha venido haciendo el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez, que ha situado la casi totalidad de su obra literaria en la localidad amurallada. Cualquiera de los títulos sería válido, porque todos hablan de pasión, porque todos recurren al erotismo, porque en todos se narran historias que podían haber sido recogidas de los contadores rituales de la Plaza del Caracol. Elijamos, pues, Los jardines secretos de Mogador y dejémonos arrastrar por sus vientos, sus olas, sus aromas, sus citas amorosas, sus resplandores, sus espejismos, sus músicas, sus voces, sus penumbras...en fin, adentrémonos en sus misterios permitiendo que se desencadenen mil y una tormentas en nuestro interior.

En otra ocasión hablaremos del ensimismamiento, la afectación y el narcisismo de la literatura de Ruy Sánchez. Pero eso, en otro momento; ahora toca abandonarse a los sentidos.

domingo, 25 de julio de 2010

Fundación Cristino de Vera


Hay aniversarios que pasan sin pena ni gloria. Y hay otros de los que nos enteramos por tierra, mar y aire, aunque no tengamos el más mínimo interés en conmemorarlos. El pasado viernes, 23 de julio, se celebró el primer año de la Fundación Cristino de Vera - Espacio CajaCanarias, con un sencillo acto en su sede de La Laguna (Tenerife) en el que, seguramente, sobraban los políticos, siempre tan oportunistas, siempre tan dados a aparecer en la foto, aunque con ellos no vaya la historia. Lástima que el acontecimiento no fuera considerado noticia por la mayoría de los medios de comunicación, tan inquietos como estaban por el resultado final del examen al que habían sido sometidos los bancos europeos, los mismos que hace un par de años causaron la crisis en la que todos estamos inmersos.

En este primer año de vida, la Fundación ha recibido ya la visita de más de 17.000 personas, ha organizado exposiciones temporales de Chillida o Luis Fernández, tiene previsto exponer próximamente a Miró y, sobre todo, ha dado a conocer el trabajo creativo de Cristino de Vera -que el 15 de diciembre cumple 79 años a su pesar-, un maestro en el tratamiento metafísico de la luz. Como él mismo proclama, la luz es el elemento más importante de su pintura, esa pintura habitada por vanitas, paños, rosas, velas y figuras femeninas, esa pintura que con el paso de los años se ha ido despoblando de artificios, hasta casi alcanzar el vacío. "Mi estética podría definirse como una búsqueda de la esencia de toda cosa, ser, imagen; como la búsqueda de una raíz espiritual que hay en cada forma del Universo", proclama quien vive ajeno a modas, tendencias y servidumbres comerciales, atento exclusivamente a la inspiración que le llega de un espíritu inquieto, preocupado por el hombre, por su finitud.

La fundación de este hombre humilde y sencillo, más interesado en desviar los reconocimientos hacia sus maestros que en acaparar la gloria, siempre tan efímera, ha cumplido un año. Todo un acontecimiento, aunque algunos sigan más preocupados por la reválida de los verdaderos causantes de esta crisis.

sábado, 24 de julio de 2010

Tinto de verano

Como hombre de costumbres -algo rutinario también, lo confieso-, cada mañana voy a pasear con mi perra al mismo parque, una pequeña zona verde entre altos edificios de ladrillo visto, tan del gusto de los arquitectos madrileños, no se sabe si por influencias árabes o por herencia de los tiempos del desarrollismo. Los fines de semana, si llegamos temprano, antes de que lo hagan las brigadas de limpieza municipales, el paisaje que hallamos es siempre el mismo: las huellas de las juergas nocturnas juveniles descansan, desperdigadas, por el césped, sobre los bancos o en las papeleras.

Botellas de plástico medio vacías que aún contienen refresco o tinto de verano, cartones de vino barato exprimidos, bolsas de hielo con algunos cubitos que han resistido al calor nocturno, vasos de tubo de usar y tirar, cajetillas de tabaco sin un solo cigarrillo, paquetes de papelillos que debieron liar picadura o una mezcla de marihuana y rubio, cáscaras de pipas consumidas en grandes cantidades y, por supuesto, botellas -éstas bien apuradas- de ron, vodka o whisky, compañeros inseparables de naranjas, limones o colas, recuerdan el botellón celebrado por distintas pandillas diseminadas por el suelo alfombrado.

Aunque la primera reacción -breve, eso sí- es la de cabreo contra la falta de civismo y de solidaridad con los barrenderos, pronto me invade la nostalgia de una época ya pasada, cuando no se hablaba de botellón pero, jóvenes como éramos, acudíamos en grupo a la arena de la playa a beber en libertad, lejos de los inquisidores ojos paternos, cerveza bien fría. Cosas de la edad.


lunes, 19 de julio de 2010

Ricardo Lezcano

"No hay nada más profundamente humano que la vida y la muerte, de las que somos actores y víctimas al mismo tiempo", proclama quien se ha bebido la vida a grandes sorbos, procurando no desperdiciar ninguna gota, y a quien la muerte no ha sabido doblegar, porque él se resiste, cuando tiene el siglo a la vista, a que haga su triunfal entrada. A veces parece que Ricardo Lezcano (Madrid, 1917, pero canario de ascendencia y adopción) compitiera en longevidad con Francisco Ayala. Funcionario de Hacienda, porque de algo hay que vivir, ha sido, sobre todo, poeta, investigador, columnista e intelectual irreductible, de firmes convicciones socialistas. Durante años mantuvo viva la llama del teatro aficionado en Las Palmas de Gran Canaria a través del Teatro Insular de Cámara, que fundó con su hermano Pedro, también poeta, político y hombre de izquierdas, ya desaparecido. Aquella dedicación a los grandes dramaturgos del siglo XX, en una España inmersa en la dictadura franquista, le valió en 2009 el reconocimiento de un Maximino de Honor.

Como cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas, Ricardo Lezcano se ha embarcado en los últimos tiempos, con la ilusión y la energía de un joven, a publicar diversas antologías con los centenares de versos y artículos periodísticos -aparecidos en muy distintas cabeceras, como El País, La Provincia o Canarias7- que ha ido escribiendo a lo largo de su vida, como si quisiera hacer un repaso, ahora que está al final del camino, de su intensa trayectoria creativa. Su última entrega a la imprenta, recientísima, ha sido Memorial de luces, sombras y derrotas, testamento poético en el que canta a su amado territorio insular, a la infancia -Patria que le dio "la soledad e inmateriales empleos"-, a la madre -cuya vida arrebató naciendo-, al amor, a la soledad o a la amistad, pero también a aquellos tiempos ya lejanos que se marcharon llevándose consigo la derrota de la República y todos los sueños revolucionarios construidos en torno a ella.

Y mientras lo dejen, él seguirá ahí, porque, como ha escrito, "la vida no es más que la vida". Y ahí está, para vivirla, algo que él ha sabido hacer a las mil maravillas.

jueves, 15 de julio de 2010

Ana Herreros

Ana Cristina Herreros sería, sin duda, una inmejorable compañera en el caso de que tuviéramos que embarcarnos en un viaje transoceánico o en el Transiberiano. Las horas se nos pasarían volando y al llegar al destino final tendríamos la sensación de que nuestras vidas son un poco más ricas. Incluso en algún momento desearíamos que se produjera un pequeño retraso para seguir escuchando sus entretenidas historias. Esta leonesa, filóloga y especialista en literatura tradicional, lleva años recogiendo, por toda la geografía española, los cuentos, romances y leyendas que aún sobreviven en nuestra cada vez más escasa tradición oral para evitar que desaparezcan para siempre.

Luego, va por bibliotecas, escuelas, centros de cultura, cárceles, teatros, universidades, plazas o parques contándolos al público y recuperando esos momentos mágicos, tan comunes en otros tiempos, en los que un narrador reunía en torno a una historia a familiares, vecinos o simples transeúntes. Y para los que no tenemos la oportunidad de escucharla en directo, ha ido reuniendo esos relatos en cuidados volúmenes. Hasta ahora ha publicado Libro de monstruos españoles y Libro de brujas españolas, gracias a los que, además de pasar un muy buen rato, cogemos cariño a esas figuras mitológicas y legendarias a las que la factoría Disney ha dejado en tan mal lugar. ¡Son tan deliciosas las brujas de nuestros mayores!

Y como un pequeño regalo veraniego, acaba de editar La asombrosa y verdadera historia de un ratón llamado Pérez, el mismo al que cuando pequeños dejábamos bajo la almohada el diente de leche que se nos había caído y en cuyo lugar aparecía, por la mañana, una moneda. Y pensar que nos la quieren cambiar -como otras tantas tradiciones- por la de Tooth Fairy... ¡Ni hablar!

martes, 13 de julio de 2010

Robert Capa


Son casi tres centenares de fotografías en las que están retratados algunos de los momentos más dramáticos y cruciales del convulso siglo XX. Instantáneas que nos hablan de camaradería, esperanzas, convicciones políticas, luchas personales, sueños de revolución, pero también de banderas rotas, sufrimientos, dolor, exilio y, por supuesto, muerte. Como la de ese miliciano abatido por las balas rebeldes en el Cerro Muriano. Icono universal que simboliza también la derrota definitiva de la Segunda República española. Imagen imborrable de nuestras memorias con la que podremos reencontrarnos, desde el 14 de julio hasta el 5 de septiembre, en la Sala Goya del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Aquella foto mítica lleva la firma de Robert Capa, seudónimo de un supuesto fotógrafo de guerra norteamericano tras el que se ocultaban Gerda Taro y su compañero Endre Friedman. Ambos cubrieron como fotoperiodistas la Guerra Civil, de la que nos dejaron una colección de testimonios gráficos que destilan una gran profesionalidad, así como un claro compromiso con la causa republicana. Tras la accidental muerte de Gerda, arrollada por un tanque durante la batalla de Brunete en 1937, Friedman tomará el testigo en solitario de aquel nombre falso, utilizado para conseguir vender con mayor facilidad sus trabajos, y con el tiempo se convertirá en el más importante y famoso de los fotógrafos de guerra. Como a Gerda, la muerte lo sorprende en lo que parecía ser su territorio natural: los escenarios bélicos. Una mina estalla a su paso en Thei Binh, Indochina, cuando acompañaba a una patrulla francesa. Corría la madrugada del 25 de mayo de 1954.

No importa que muchas de las imágenes expuestas -se incluyen algunas inéditas hasta la fecha- las hayamos visto reproducidas cientos, miles de veces. El tiempo ha quedado congelado, con toda su crudeza, en los rostros de los milicianos convencidos de la victoria, en esos marineros que tratan de divertirse en un momento de pausa en el combate, en las miradas de terror ante la proximidad del bombardeo o en las interminables hileras de derrotados que se encaminan hacia el exilio. Ellos son los verdaderos protagonistas de esta doble muestra: Gerda Taro / This is War! Robert Capa at Work (¡Esto es la guerra! Robert Capa en acción).


domingo, 11 de julio de 2010

Irène Némirovsky

No son pocas las novelas -o ensayos- que han tratado de desentrañar el alma de los seres más odiosos o repugnantes de la Historia. ¿Qué se escondía en la naturaleza de gentuza como Hitler, Stalin, Mao, Idi Amin Dada o Franco, en torturadores como Beria o Himmler o en los más célebres asesinos en serie? En esos casos -nada más fácil- confiamos en encontrarnos con personas -y ya nos duele designarlos como tales- abominables, con mentes y espíritus abyectos. Pero cuando esos individuos se nos presentan tal cual eran, con sus errores, sus sueños, sus limitaciones, sus miserias, como cualquier otro de nosotros, ¿cómo juzgarlos?

Un bolchevique tiene el mandato del Partido de asesinar al despreciable ministro de Instrucción Pública de Nicolás II, Valerian Alexándrovich Kurílov, a quien no ha temblado el pulso cuando, para el sostenimiento del régimen zarista, ha tolerado o autorizado la muerte de inocentes. A medida que lo va conociendo, quien se oculta bajo el nombre de Marcel Legrand comienza a sentir dudas y a no tener tan claro su cometido. ¿Quién no en su caso?

La última entrega, hasta el momento, de la obra literaria de Irène Némirovsky (Kiev, 1903 - Auschwitz, 1942), resucitada a partir de la publicación de la extraordinaria Suite francesa, es una reflexión sobre los entresijos de la condición humana. Y como ocurre con el resto de libros de la escritora aparecidos hasta el momento, tras la lectura de El caso Kurílov persiste en el lector un pozo de desazón.

La filosofía que destila la novela quizás quede reflejada en las palabras extraídas de un diálogo entre Kurílov y el príncipe Nelrode -no menos detestable-: "No existe hombre bueno que no cometa en su vida una maldad, ni malo que nunca experimente un impulso bondadoso, ni hombre inteligente que jamás haga estupideces, ni imbécil que en alguna ocasión no actúe con inteligencia".


jueves, 8 de julio de 2010

Alemania-Holanda




Mis primeros recuerdos mundialistas se remontan a Alemania'74. Aquel niño que vivía en un pequeño pueblo de Gran Canaria y que había descubierto a Johan Cruyff cuando desembarcó en el Barcelona, se enamoró a primera vista del fútbol total de Holanda, de Neeskens, Rensenbrink, Rep, Haan, Krol...y hasta de Jongbloed, que ha sido uno de los porteros menos influyentes y decisivos de la historia. Ahí han quedado, en la memoria, por su brillantez, las victorias naranjas sobre Argentina -que contaba con algunos jugadores de la Unión Deportiva Las Palmas- y Brasil. No sería justo si olvidara el brillante transcurrir de la Polonia de Lato y Tomaszewski, la goleada de Yugoslavia a Zaire o la alegría de Haití cuando se adelantó frente a Italia. O el triunfo de la RDA sobre la todopoderosa RFA. Y llegó el momento de la final. El gol tempranero de Neeskens y la dolorosísima remontada de Alemania, que casi fue una afrenta personal.

El Mundial de 1978, que tan bien cocinó la FIFA con la maldita dictadura militar argentina, sólo sirvió para que se acrecentara la sensación de injusticia y frustración. Otra vez, una final y, otra vez, la derrota.

Y llegados a Sudáfrica 2010, confieso que soñaba con una final Holanda-Alemania que me sirviera de revancha y quitara los sinsabores de 1974. Pero como España, ese patito feo en todas las fases finales, se ha metido en medio con su fútbol-arte, pues a uno no le queda otro remedio que desearle a los Países Bajos que retornen cuantas otras veces quieran a una final mundialista, y que el domingo sea el turno de los Iker, Puyol, Piqué, Xavi, Xabi, Villa y Don Pedro.

Y para otra ocasión quedan las reflexiones sobre las molestas vuvuzelas y sobre la fiebre que le ha dado a una buena parte de la población con las banderitas de marras.

martes, 6 de julio de 2010

Comedia de amistad

Utilícela con cuidado, pero utilícela. Y, además, no tiene efectos secundarios. Bueno sí, muchos, pero todos ellos muy beneficiosos. La amistad es el mejor antídoto contra la desesperación. En momentos de crisis, póntelo, pónsela. Un amigo o una amiga, como remedio terapéutico. Muy divertido y estimulante, por cierto. Tal es el mensaje que nos envía el dramaturgo venezolano Gustavo Ott a través de su ácida comedia Divorciadas, evangélicas y vegetarianas que, dirigida y producida por la compañía teatral canaria Profetas de Mueble Bar, se instala en el Pequeño Teatro Gran Vía de Madrid (C/Gran Vía, 66), tras un sonado éxito en el Archipiélago. Desde este jueves, 8 de julio, hasta finales de agosto, con los Veranos de la Villa como paraguas.

El mismo año en que cumplen tres décadas sobre el escenario, Juan Ramón Pérez, Fernando Navas y Carmelo Alcántara, los hombres-orquesta de Profetas, han recuperado un título talismán en su prolija trayectoria profesional, con el que en 1999 sorprendieron al público peninsular durante más de un año y temporadas en Madrid, Barcelona, Zaragoza....

Ahora que el calor aprieta, que el Mundial de Fútbol concluye y que la maldita crisis económica insiste en quedarse por estas tierras, nada como un acto de descompresión, con la risa como pretexto y como fin último, aunque con un poquito de reflexión, que tampoco viene mal del todo.

¡A divertirse!

domingo, 4 de julio de 2010

Anne Michaels



En 1997 el público español tuvo la inmensa suerte de toparse con la primera novela de la escritora canadiense Anne Michaels, Piezas en fuga, editada por Alfaguara, sobre la que John Berger no tuvo reparos en afirmar que era "el libro más importante y más bello que he leído en los últimos cuarenta años". Y es cierto que se trata de una obra maravillosa, intensa, cargada de emoción, de belleza, en la que el ejercicio de la memoria -propia y ajena- se entremezcla con el dolor y el sufrimiento, pero también con la esperanza.

Trece años ha habido que esperar para reencontrarnos de nuevo con Anne Michaels y volver a experimentar el placer de entonces con su lectura. Su nuevo título, La cripta de invierno, es profundamente bello, poético. Reaparecen el dolor y el sufrimiento, individual y colectivo, porque ellos están presentes en nuestras vidas desde el mismo momento en que nacemos. El mundo que construimos y en el que nos sentimos seguros se desmorona en un instante. Una decisión política puede provocar que toda una colectividad pierda aquello a lo que ha estado agarrándose a lo largo de generaciones y lo que ahora es, deja de serlo para siempre al segundo siguiente. Del mismo modo que un hecho inesperado, desgraciado, destruye con crueldad lo que creíamos eterno, haciendo que el sentimiento de pérdida nos parezca insoportable, insuperable.

Detrás de esos desgarros se impone el amor, que devuelve a la vida lo que pensábamos que ya había muerto, que era irrecuperable. Pero no basta con no intervenir. Se hace necesaria la voluntad de dar un paso adelante. Es la diferencia que se establece entre no hacer daño y hacer el bien. La redención es posible.

sábado, 3 de julio de 2010

José Emilio Pacheco


Se habló, escribió y publicó tanto del mexicano José Emilio Pacheco (1939) en los días en que pasó por España para recoger el Premio Cervantes hace unos meses -incluso de la anécdota que protagonizó al perder los pantalones en la ceremonia de entrega en Alcalá de Henares- que, no siendo un especialista en su obra, resultaría a estas alturas pretencioso hacerlo. Con estas pocas líneas únicamente busco trasladar el placer que me ha producido leer una novelita de este poeta, ensayista y narrador que, editada en 1981, Tusquets Editores ha recuperado ahora: Las batallas en el desierto.

Una historia de iniciación, de tránsito de la niñez a la adolescencia, del despertar al amor más inocente personalizado en la madre de un compañero de clase. Protagonizada por un muchachito, Carlos, que es también el cronista, la narración nos acerca, de un lado, a los sentimientos infantiles, a esos instantes mágicos en que se nos desboca el alma y somos incapaces de gestionar las sensaciones que nos inspira otra persona; de otro, a unos momentos históricos en que México transitaba con dificultad hacia la modernidad embarcado en un régimen que permitía con excesiva tolerancia la corrupción y los manejos políticos (¿Quizás como en la actualidad?).

Y entre peleas de pandillas escolares e incomprensión de los adultos transcurre esta deliciosa experiencia amorosa contada en primera persona por quien en un tiempo fue niño y ya es un adulto –casi un anciano- que aún sueña con una mujer a quien confía en encontrar algún día. Símbolo de la infancia perdida y no recobrada.

Como conclusión, esa frase que nos regala un Carlitos decepcionado por el destino: "El amor es una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio".