Uno no puede dejar de tener la impresión de que, en esta España en que vivimos, aún quedan quienes, si por ellos fuera, nos devolvían tan gustosos a las cavernas. Su fanatismo es tal que no toleran -¿cómo van a tolerar cualquier cosa estos intolerantes?- ninguna manifestación que consideren contraria a sus principios, a sus creencias, a sus convicciones políticas o religiosas. La última hazaña de estos cavernícolas ha sido denunciar al actor Leo Bassi y al rector de la Universidad de Valladolid, Marcos Sacristán, por supuestos delitos contra los sentimientos religiosos cometidos durante una parodia de Benedicto XVI celebrada en octubre de 2010 en el paraninfo castellano. Ahí es nada. Con la Iglesia hemos topado...una vez más.
Lo peor no es que haya gente como HazteOir.org o la Asociación Estatal de Abogados Cristianos, los denunciantes, sino que el Juzgado de Instrucción número seis de Valladolid haya admitido a trámite la querella. Al final, los que pedían desde días después de la representación medidas contundentes contra estos herejes se pueden salir con la suya. Todo un ejemplo de transigencia. Y, qué casualidad, los ofendidos son siempre los mismos. Cuando no es a Garzón, le toca el turno a Leo Bassi. Habrá que escuchar y leer en las próximas horas a esos que José María Izquierdo engloba dentro de lo que llama "la infantería" lanzando sus venenosos dardos contra el cómico y el rector.
Ya uno duda de que el escritor Fernando Vallejo se niegue a venir a España por el asunto de los visados que se exige a los ciudadanos colombianos y comienza a creer que, en el fondo, lo que teme es caer en manos de uno de estos jueces carpetovetónicos, después de haber publicado ese irreverente La puta de Babilonia.