domingo, 1 de mayo de 2011

Una voz necesaria

(@www.vanguardia.com.mx)
Ha muerto Ernesto Sabato. Se ha ido una voz necesaria, imprescindible. Decimos adiós a una de esas personalidades cuyo compromiso vital hace en muchas ocasiones de faro de las sociedades e impide que éstas y sus ciudadanos enfermen. Él nos recordó que al final del túnel siempre hay luz por muy oscuro que nos parezca, nos avisó de que los héroes están demasiado cerca de las tumbas cuando no en ellas, nos llamó la atención sobre la fragilidad de la condición humana y, sobre todo, nos alertó de la naturaleza de los exterminadores, de los genocidas, tan de moda en estos tiempos en que los criminales campan a sus anchas en Siria, Yemen, Marruecos o Libia, como antes lo hicieron en su Argentina natal, en Uruguay, en Paraguay o en España. Contra ellos nos hizo expresar toda nuestra rabia, que también era la suya.

Como ha dicho su familia en el comunicado en el que ha hecho pública su muerte, Ernesto Sábato no les pertenecía solo a ellos, sino a todos nosotros. Como antes ocurrió con gente como José Saramago, Naguib Mahfuz o Francisco Ayala. Nos queda su magnífica obra, pero también el recuerdo de ese simple mortal, de ese tierno desamparado, como una vez él mismo describió a Don Quijote. Quizás tenía mucho del personaje de Cervantes, como lo tienen quienes están convencidos de que estamos sobre la faz de la tierra para luchar por la justicia y por el prójimo.