martes, 24 de julio de 2012

Tomás Gayo

Siempre tuve la impresión de que a Tomás Gayo la suerte le era esquiva. Daba igual que emprendiera uno u otro proyecto porque, al final, siempre triunfaba un destino que parecía conjurarse contra él. No importaba que sus ganas fueran muchas o que invirtiera todo su talento y todos sus recursos en una aventura teatral y en la siguiente y en la por venir. Al final, la victoria era de otros o, si era suya, no era total, nunca era completa. 

Lo conocí cuando me encomendó la comunicación de El adefesio, de Rafael Alberti. En el reparto estaban Manuel Galiana, María Luisa Merlo y Olivia Molina, que debutaba entonces sobre las tablas. Todas las papeletas apuntaban al triunfo y, sin embargo, la casi inmediata deserción de Galiana y Molina truncó un éxito esperado. Lo mismo le ocurrió después con otros espectáculos. Rozaba la gloria, pero...siempre aparecía un imprevisto, una contingencia...algo que impedía que pudiera disfrutar de un merecido reconocimiento.

Siempre quiso que Madrid, la ciudad en la que nació el 4 de marzo de 1960, se rindiera a sus pies. Cualquier gira debía concluir en la capital, aunque las posibilidades de fracaso fueran muchas, por no decir todas. La cartelera madrileña no ha sido fácil para nadie. Tampoco para quienes la mamaron desde pequeños y soñaron una vez con su conquista.

Ambicioso en la misma medida que generoso, se consagró por entero a la escena, siempre con el entusiasmo del debutante, como si cada estreno fuera la oportunidad que nunca llega al actor que aspira a ese aplauso para el que se prepara día tras día, ensayo tras ensayo. 

Tanta mala suerte ha tenido, que su muerte, acaecida el sábado 21 de julio en Cancún (México), se ha conocido ahora, cuando se ha sabido que nos han dejado el también actor Francisco Morán, la editora y escritora Esther Tusquets o el político Gregorio Peces-Barba, con los que tendrá que competir por el mismo espacio en la prensa, esos periódicos que devoraba buscando la reseña o la crónica de sus montajes. 

Descansa en paz, Tomás.