(@Sergio Parra)
"Sensibilidad cristiana" es el eufemismo tras el que se parapetan los ultramontanos, empeñados en ejercer la censura allá donde lo consideran y en no dejarnos vivir en libertad. Una expresión que emplean los ultracatólicos para justificar su fanatismo religioso. Cualquier motivo es bueno para hacer gala de su intolerancia, ya sea una exposición de fotos, una ley, una película o una obra de teatro. Nada escapa a la inflexibilidad de quienes se creen en posesión de la verdad y del dogma. La última hazaña de estos irrespetuosos ha sido provocar la retirada de una fotografía de Sergio Parra en la que aparece el actor Asier Etxeandía caracterizado como Jesucristo minutos antes de salir a escena, circunstancia que, de paso, ha provocado la dimisión de la directora del Festival de Mérida, Blanca Portillo.
No hace tanto tiempo la diana de sus envenenados dardos fueron Leo Bassi y el rector de la Universidad de Valladolid, acusados de ofender esa tan traída sensibilidad católica al representar una parodia de Benedicto XVI en el paraninfo de la ciudad castellana. Y antes les tocó el turno a otros. Ahí está el caso de Íñigo Ramírez de Haro y Me cago en Dios, que levantó una innecesaria polvareda hace ya algunos años y que dio una desmedida publicidad -como ocurre siempre- a un mediocre texto dramático. O cuando frente a los cines Alphaville de Madrid se congregaban estos entusiastas creyentes, con Blas Piñar a la cabeza, a rezar el rosario, mientras en la sala se proyectaba la anodina y superflua Yo te saludo, María, de Jean-Luc Godard.
Esto no ha hecho más que empezar. A medida que se acerque la fecha de la JMJ, que amenaza con convertir Madrid en agosto en una ciudad insoportable, tendremos nuevas muestras de estas eufemísticas expresiones. ¡El verano que nos espera! Que a todos nos coja confesados o, en el mejor de los casos, con La puta de Babilonia, de Fernando Vallejo, entre las manos.