miércoles, 23 de mayo de 2012

Esperanza Aguirre

Esperanza Aguirre es de esos políticos sueltos de lengua, incapaces de permanecer en un discreto silencio durante varias horas, que están convencidos de que deben opinar de todo, como si fueran tertulianos radiofónicos y no gestores públicos. Para entendernos, es de los que cada vez que hablan, provocan una subida del pan. Todo dentro de lo normal -lleva ya unos cuantos años siguiendo la misma táctica, adornándose con lo que algunos tildan de gracejo natural, y al parecer le da buenos resultados-, si no fuera porque con demasiada frecuencia se olvida de que vivimos en un país democrático en el que los ciudadanos gozamos del ejercicio de libertades fundamentales. Quizás ella se sintiera más a gusto en un régimen de pensamiento único, en el que no hubiera discrepancias ni discrepantes, manifestaciones ni manifestantes, divergencias ni divergentes, pero...le ha tocado vivir en esta España constitucional. 

Su última gracieta -no se me ocurre otro calificativo para sus declaraciones relativas a la final de la Copa del Rey de fútbol que se celebra el 25 de mayo en el Estadio Vicente Calderón- ha sido sugerir disparatas soluciones en el caso de que las aficiones del Barça y del Athletic Club piten y dediquen sonoras butifarras al himno nacional y a la representación de la Casa Real presente en la tribuna. ¿Acaso para asistir a un partido de fútbol hay que hacer una declaración jurada de adhesión a la Monarquía y, ya de paso, a la religión católica, apostólica y romana, por no hablar de suscribir un manifiesto a favor de la familia y del obispo de Alcalá de Henares?

Yo, la verdad, no tenía previsto silbar -tampoco se me da muy bien-, pero a lo mejor me da por rebelarme contra la sandez de esta señora y me sumo a la protesta. Lo dejo escrito por si acaso, a posteriori, les da por buscar culpables. Uno ya no sabe....


2 comentarios:

  1. Hace ya tiempo que Esperanza hace y dice lo que le viene en gana. En su etapa ministerial era mucho más recatada y cortés, pero sumar mayoría absoluta a mayoría absoluta le ha vuelto de un displicente "quenosepuéaguantá".
    En todo caso, yo cuando voy al fútbol me dedica a insultar al árbitro, jalear a mi equipo y mentar a la familia del contrario -vamos lo normal- y no a reafirmar mi condición ideológica. Vamos. No sé.
    L.A.G.

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  2. Para mi gusto le das al tema un enfoque algo distorsionado. Esta mujer, desde luego, es un peligro, una incendiaria e ideológicamente una verdadera desahogada. Pero silbar el himno nacional (da igual que sea el de España, Cataluña, País Vasco o Burundi) no es un derecho, aunque se apele al ejercicio de la libertad de expresión para dar cobertura a una conducta más que reprobable. El himno nacional es un símbolo y, guste o no, la mayoría de los españoles asumen el propio como un signo distintivo de su identidad, política, estatal, nacional o como le quieras poner, pero al fin y al cabo un elemento de unión con el que la mayoría se identifica. Luego resulta que silbar el himno (o cagarse en él, o quemar la bandera u otras tantas conductas), no constituye delito. Nuestra sociedad no ha querido criminalizar dichos comportamientos (como sí han hecho otros países, que nos llevan una ventaja de siglos en cultura y desarrollo democrático). Y así, al final, lo que queda es que silbar el himno es un acto de mala educación. Pasa que quienes sienten el himno como propio tienen que aguantarse la grosería de unos pocos. Esto es un mal común hoy día: tener que tolerar y transigir con la pertinaz muestra de mala educación de unos cuantos que están convencidos de que les asiste el derecho a faltar el respeto a los demás. Lo que no me parece de recibo es que, encima, a quienes se identifican con el himno español se les niegue el derecho a sentirse ofendidos por semejante oprobio. Bueno está lo bueno, pero no lo demasiado.
    Por otro lado, el desvarío de esta señora al proponer la suspensión del partido no debería cegar ni confundir a las personas sensatas, como tú. No te imagino silbando el himno de un país, aunque no lo sientas como propio. Te imagino más bien guardando un respetuoso y voluntario silencio ante una manifestación que sabes que representa a millones de personas, y colocándote muy por encima de la instrumentalización que una desarreglada mental pretenda hacer de la situación. Si mañana se prohibiera por ley hacer el sonido del mono a los jugadores de color, y se amenazara con suspender el partido (lo que sucede en algunos de esos países a los que antes aludía), no te imagino haciéndole uhh-uhh-uhh a Dani Alves o a Lass Diarrá, y menos aún apelando a la libertad de expresión para justificar un hipotético derecho a manifestarte a tu antojo. Y es que el respeto debe ser un camino de ida y vuelta, y no sólo un argumento para la defensa de lo que mejor se nos acomoda intelectual o ideológicamente. En cualquier caso no ha sido mi intención contrariarte. Saludos, Antonio.

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