martes, 25 de septiembre de 2012

Fascismo digital

Hace ya mucho tiempo que llegué a la conclusión de que la supuesta democratización a la que han contribuido Internet y, sobre todo, las redes sociales, no es más que una falacia interesada. Pero más lo ha sido la afirmación de que esas herramientas han sido fundamentales para ampliar y consolidar la libertad de expresión. No hay más que observar ciertos comportamientos para acabar pensando que si a algo han ayudado es a extender lo que podríamos calificar de fascismo, borreguismo o matonismo digitales.

Viene esta reflexión a raíz de la reacción -eso sí, digital, aunque uno nunca sabe hasta dónde son capaces de llegar algunos- que ha tenido Dani, cantante del grupo Despistaos, tras leer la reseña que el periodista Fernando Neira escribió en El País sobre su reciente actuación en el festival MTV Madrid Beach 2012. En ese artículo se leía que Despistaos "son como El Canto del Loco pero de Guadalajara, más ramplones y con un cantante que goza de menor predicamento entre las potenciales suegras que Dani Martín". Ya sabemos que a muchos artistas, tan vanidosos ellos, no les satisfacen las críticas y sí los elogios y halagos. Ahí están los casos recientes de Joaquín Sabina, Pedro Guerra  y algún otro, a los que no gustaron tampoco los comentarios que Neira publicó sobre sus conciertos madrileños. Quizás porque no tuvieron en cuenta que una cosa es el crítico y otra muy distinta el fan.

Pero de ahí a ampararse en Twitter para iniciar una campaña contra el periodista, en la que no faltan los insultos y el mal gusto, va un trecho. El tal Dani, tan amante de una peculiar manera de entender la libertad de expresión, se lo tendría que hacer ver, como también algunos de sus muchos miles de seguidores virtuales, que con tanto entusiasmo participaron en la hoguera inquisitorial -menos mal que digital, insisto- a la que han querido tirar a un profesional del periodismo, al que el rigor y la honestidad avalan. 


Tales conductas ratifican una idea que lleva tiempo rondándome: vivimos en una democracia sin demócratas.

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