miércoles, 5 de enero de 2011

León de la Riva

(@www.diagonalperiodico.net)

Seguramente haya asuntos y personajes más interesantes sobre los que escribir hoy, víspera de una fecha de tantas connotaciones infantiles. El actual alcalde de Valladolid resulta más anodino que atractivo, empeñado como está en pasar a la historia por sus exabruptos y sus salidas de tiesto, más que por la buena gestión de una ciudad cuya ciudadanía no merece a alguien tan representativo de la España más soez. Si lo hago no es por la sorpresa que me ha producido escuchar a un señor tan de derechas citar a Bertolt Brecht. El susto ya lo pasé cuando a José María Aznar le dio por echar mano, a cada paso, de Manuel Azaña, con el que parecía haber compartido mesa y mantel, por la familiaridad con la que lo parafraseaba. 

Si no estoy rememorando las cabalgatas de reyes, que siempre vinculo a los caramelos lanzados desde las carrozas y a por los que, siendo niños, nos lanzábamos como posesos, haciendo peligrar nuestra integridad física, no es más que por la repugnancia intelectual que me producen quienes apelan con tanta frivolidad al nazismo, un recurso al que es muy aficionada otra ilustre popular, Esperanza Aguirre. Uno puede estar más o menos de acuerdo con la nueva ley antitabaco, pero igualar las denuncias a las que el ciudadano puede recurrir cuando se sienta molesto por el humo ajeno, con las que se producían bajo un régimen dictatorial que organizó la mayor maquinaria al servicio del crimen del que se tiene noticia y que provocó, por sus ansias expansionistas, varias decenas de millones de muertos, es no conocer la historia reciente o pasarse de graciosillo. Y gracia, lo que se dice gracia, no tiene ninguna. Quizás le convenga al señor León de la Riva leer lo que le ocurría a los enemigos del Tercer Reich cuando eran delatados, que nada tiene que ver con lo que les espera, en un Estado de Derecho, a los pillados in fraganti fumando donde no deben. 

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