jueves, 12 de agosto de 2010

Estampas de refresco (5)

(Lourdes, 2005)
Hace un tiempo, en plena canícula madrileña, un taxista sugirió una fórmula para combatir el insoportable calor de la ciudad. Se trataba, explicó, de guardar el aire frío del invierno en grandes depósitos y cuando llegara el verano, "soltarlo paulatinamente" para que la población que había decidido quedarse en la capital lo sobrellevara de una mejor manera. De lo que no habló fue de dónde se localizarían esos grandes almacenes de aire, ni de cómo se recogería el frío invernal. Antes de que llegara ese momento, acabó la carrera. 

Puestos a buscar remedios y encomendarse a lo milagroso, quién sabe si rellenando de agua esas pequeñas botellitas con forma de Virgen, tan populares en Lourdes, y bebiéndola a pequeños sorbos, desaparece la sed y se mitiga el calor. 

Quizás lo mejor sea entrar en un local con aire acondicionado y despacharse una cerveza bien fresquita. ¿O no?

1 comentario:

  1. ¿Pero qué fluido puede haber con mayores bendiciones que el zumo de cebada fermentado? Quita la calor, quita las penas y, dependiendo de la ingesta, te hace ascender por momentos hacia las más altas y beatíficas glorias.

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