domingo, 22 de agosto de 2010

Estampas de refresco (11)


(Rennes, 2006)
Un alto en el camino. Un breve descanso para reponer fuerzas. O quizás, la necesidad irrefrenable de retornar a la lectura interrumpida la noche anterior y a la que no ha podido regresar hasta esta parada voluntaria, porque ya no quiere aguantar más las ganas de saber cómo discurre una trama que la tiene enganchada, seguramente tan cargada de emociones que, de forma inconsciente, en un gesto de protección, ha doblado los pies hacia dentro. Y como testigos silenciosos de su ensimismamiento, esos escalones de piedra, probablemente pertenecientes a una iglesia o a un palacio hoy reconvertido en museo, que le sirven de asiento y también de apoyo para esa inmensa mochila que ha decidido no quitarse mientras lee -como si sus hombros no necesitaran reposo- y en la que, por sus dimensiones, se adivina que lleva a cuestas todo lo necesario para pasar una larga temporada fuera de casa. Aunque a lo mejor, no lo suficientemente grande, pues se acompaña de otro equipaje adicional, también repleto. Y por si no fuera ya cargada, una pequeña bolsa de papel que, a buen seguro, contiene los souvenirs que ha adquirido unos momentos antes y en la que guardará el libro que ahora tiene entre sus manos cuando decida retomar la marcha. 

1 comentario:

  1. Es probable que la otra mochila no sea suya, sino de un acompañante, tal vez originario tal vez ocasional, al que espera mientras realiza alguna gestión que debe servir para reemprender el viaje con mayor certeza. En tanto llega la compañía esperada, lee ese libro que -como dices- la tiene tan enganchada.

    ResponderEliminar