viernes, 26 de noviembre de 2010

Mario Pacheco

(@Efe Eme)
Cada nuevo libro del británico John Berger facilita el reencuentro con un pensamiento comprometido con el ser humano, con una ética cuya firmeza profiere gritos contra la desesperación, contra la injusticia, contra los atropellos, contra los abusos que comete el poder de unos pocos; al mismo tiempo, esa misma honestidad discursiva expresa una ira controlada que permite vislumbrar un futuro de esperanza anclado en la ternura, en la libertad, en el amor, en los anhelos de quienes, a pesar de verse privados de lo básico, practican la postura moral de estar desesperados pero sin miedo, sin resignación, sin un sentido de la derrota. 

Del último libro de Berger, Con la esperanza entre los dientes, una recopilación de escritos incluidos con anterioridad en otros volúmenes o publicados en diversos periódicos y suplementos culturales en los últimos años, extraigo una frase: "La muerte ocurre cuando la vida no tiene ya un solo jirón que defender". Una sentencia que me ha traído a la mente a quien desde hoy ya está en la memoria de muchos de los que amamos la música: el productor Mario Pacheco, arrebatado por una enfermedad que fue dejando su cuerpo sin jirones a los que agarrarse, pero que no pudo llevarse su legado, su humilde pero fundamental contribución al mayor conocimiento de la jondura. Seguro que cuando hace unos días el Flamenco fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, Mario lo sintió como algo suyo, como un triunfo al que había contribuido a su manera.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Contra la violencia machista

Uno acaba volviéndose escéptico con la celebración cotidiana del Día Internacional de las más diversas causas. Un día está dedicado a la lucha contra el tabaco y a tu lado nadie deja por un segundo de echar humo. Al siguiente le toca el turno a las bicicletas y en el asfalto no ves ninguna. Y al otro, no debería haber ni un solo coche en las calles y resulta que son las veinticuatro horas con más tráfico del año. Lo que nos hace dudar de la trascendencia de estas efemérides. No sé si es porque siempre esperamos que sean los demás quienes nos resuelvan los problemas o quizás es que no damos abasto con tantas causas que exigen de nuestra participación para una solución urgente.

Hoy, 25 de noviembre, es una ocasión inmejorable para dedicar nuestro pensamiento a las víctimas inocentes de la Violencia de Género, para destinar nuestras acciones a la erradicación del machismo de la vida cotidiana. Hoy no toca contribuir con una moneda para poner fin al cáncer, porque las actitudes machistas, tan comunes, tan habituales, tan enquistadas, no se eliminan con dinero, sino extirpándolas del lenguaje, de las conversaciones, de los chistes, de los comportamientos, del trato con los demás. El asunto es demasiado serio como para mirar hacia otro lado, como para pensar que hoy es un Día Internacional más. Casi a diario, los medios de comunicación, los mismos que dan cabida a anuncios detrás de los que se esconde la explotación sexual,  nos dan cuenta de nuevas muertes de mujeres, de hogares rotos por la brutalidad de quienes se creen que sus parejas les pertenecen, de familias destrozadas por los machos que no saben de diálogo y amor, pero que manejan muy bien los puños y las armas.

Deberíamos convertir cada día del año en 25 de noviembre y contribuir, en la medida de lo posible, a acabar con esta lacra social que es el machismo. Pero, de igual modo, deberíamos llevar también con nosotros, a todas horas, la solidaridad con los más desfavorecidos, la lucha contra el racismo, la pobreza o el maltrato animal, la defensa de la infancia o la protección de los mayores... En definitiva, ser mejores, más humanos.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Libertad de expresión

(7 de novembre, 1971 © F. Antoni Tàpies, Barcelona/VEGAP © de la fotografia: Martí Gasull)

Ferviente defensor de la libertad de expresión, que considero un pilar fundamental de las sociedades libres y democráticas, me repugnan quienes esgrimen constantemente este derecho fundamental -reconocido en muy pocos países y por cuyo ejercicio muchos ciudadanos son represaliados, torturados o encarcelados en diversas partes del mundo- para denigrar, crispar, humillar, insultar, alardear de machismo recalcitrante o de mal gusto, faltar de forma reiterada a la verdad o, simplemente, falsear la Historia. Ahí están las tribunas -escritas y audiovisuales- de una buena retahíla de columnistas y tertulianos habituales de radio y televisión: Alfredo Urdaci, Federico Jiménez Losantos, Ricardo PeytavíCarlos Dávila, Herman Terstch, David Gistau, Salvador Sostres, Pío Moa... No se trata de airear aquí las gestas de cada uno de ellos, pues de las lindezas diarias de esta caterva de opinantes ya dan cuenta, en sus respectivos espacios periodísticos y con mucha gracia, Javier Vizcaíno y José María Izquierdo, autores de sendos blogs en Público y El País, de muy recomendable consulta. Tampoco sorprende que todos se prodiguen en medios de comunicación de una orientación política muy definida. Será, quizás, que se mueven más por una actitud ante la vida que por una ideología concreta. ¿O irán ambas cosas, actitud e ideología, de la mano?

También los hay que aprovechan esto de la libertad de prensa para alardear de ignorancia o, simplemente, de escasa sensibilidad artística o, por ir un poco más allá, de complejos. Es lo que me sugiere la columna titulada Noticias 'muy verdaderas', publicada en el Canarias7 hace unos días, en la que, entre tópicos, José R. Sánchez proclama, sin rubor, su antipatía hacia el arte y los creadores contemporáneos. Después de bromear con la obra de Joan Miró y Tàpies, declara sentirse a gusto con quienes, como él, no entienden el "desparrame" de los artistas, o confiesa satisfecho que ya se siente un ciudadano más, "silente hasta ahora, al tiempo de valorar las creaciones contemporáneas que muchos pretenden hacernos comulgar con que son dignas de admirar". No le faltó a su discurso mas que alguna referencia al cine español para cumplir los lugares comunes al uso. A lo mejor ya está preparando su próxima entrega, con otras noticias más verdaderas.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Inmigración

Hace algunos años, durante la presentación de un libro sobre los movimientos poblacionales en Europa, Juan Goytisolo denunció la perversión de una encuesta que recogía, como principal conclusión, que los españoles consideraban a los gitanos como los inmigrantes que menos confianza les generaban. Por contra, recordaba el escritor barcelonés que, precisamente, estos ciudadanos no eran extranjeros, pues llevaban viviendo en territorio español desde hacía más de cinco siglos. 

Ahora, un sondeo de la Fundación Bertelsmann constata que el 67% de los españoles piensa que el número de extranjeros que reside en nuestro país es elevado. Nada dicen las informaciones de la pregunta que se formuló a los encuestados para obtener este porcentaje. ¿En comparación con qué es alta la cifra de inmigrantes? ¿Sabían los interrogados cuántos extranjeros viven actualmente en España? ¿Son muchos mil? ¿Y diez mil? ¿Y un millón? ¿Y cinco millones? ¿Cuántos se convierten en demasiados? ¿Son muchas las mujeres que cuidan a nuestros mayores? ¿Eran demasiados los que se subían hasta hace unos meses a los andamios para seguir inflando la burbuja inmobiliaria, ahora deshinchada?

Para tranquilidad de quienes nos tememos lo peor, esto es, que empiecen a soplar vientos de racismo por estas tierras, el estudio, titulado La percepción de los españoles sobre la diversidad y la inmigración, constata que no ha aumentado la xenofobia entre nosotros. Yo no me atrevería a ser tan rotundo, tomando en consideración otros resultados de la encuesta, como que el 38% valora la inmigración como negativa o que el 72% la entiende como asunto de preocupación. Preocupantes son estas percepciones y no quienes entran en España en busca de mejores condiciones de vida y de trabajo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Rectificar

Cada día me es más difícil creer, como insinúa el dicho popular, que rectificar sea cosa de sabios. Al menos no es la sabiduría la que ha dirigido los pasos de los miembros del Gobierno español que, de una u otra manera, se han significado de forma pública a raíz del asalto a sangre y fuego -que no desmantelamiento, como eufemísticamente se califica el suceso- del campamento de la dignidad de Agdaym Izik, en El Aaiún. Porque otra cosa no han hecho nuestros responsables políticos, que ir cambiando de parecer a medida que transcurrían los días. Aunque Trinidad Jiménez se lleva la palma con su sucesión de idas y venidas e imposibles equilibrios, no le fueron a la saga el ministro del Interior, tan esquivo a la hora de valorar las restricciones y el apagón informativos impuestos por Marruecos en el Sáhara Occidental, o Ramón Jáuregui, al que la soberanía del territorio ocupado le jugó una mala pasada en sede parlamentaria. 

La última en participar del debate fue la ministra de Cultura, a la que no se le ocurrió mejor petición que reclamar a los artistas e intelectuales que opinaban sobre el conflicto del Sáhara que guardaran un prudente silencio. Alguien de su entorno debió recordar a Ángeles González-Sinde que la libertad de expresión que no se respeta en Marruecos ni en el Sáhara ocupado, en España es un derecho fundamental reconocido por la Constitución de 1978. Y llegó entonces la enésima rectificación oficial. 

Me pregunté entonces, haciendo un ejercicio de historia virtual, qué habría opinado nuestra ministra de haber tenido responsabilidades política en enero de 1898 en Francia, cuando Émile Zola publicó en el diario L´Aurore su célebre artículo J'Accuse...!, con el que ponía en solfa al Estado, al Ejército y a la Justicia franceses por su lamentable actuación en el caso Dreyfus, considerado uno de los principales ejemplos del compromiso público de los intelectuales con la sociedad y el tiempo en los que viven. ¿Habría recriminado al escritor por su inexperiencia, como hizo con Javier Bardem?

Siguen pasando los días y la única conclusión a la que llego es a la de que lo del Gobierno español en este asunto ha sido un penoso y lamentable papelón envuelto en inconfesados intereses.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Cercanía tecnológica

"La tecnología te acerca a quienes están lejos y te aleja de los que están cerca", escucho, a mi lado, como si alguien estuviera leyendo en voz alta una de esas odiosas sentencias que, ilustradas con imágenes paradisiacas del Himalaya o de bellísimas orquídeas, llenan esos insoportables powerpoint que inundan a diario nuestros correos electrónicos y con los que, al parecer, nuestros remitentes pretenden ayudarnos a cambiar la existencia y hacernos mejores personas. Curiosamente, el individuo que ha pronunciado tal frase está rodeado de otros comensales en la mesa del hotel en el que desayuna. Y mientras habla, casi sin hacer caso a quienes comparten con él ese primer momento de la mañana, manipula un iPad, recorriendo sucesivas páginas de un periódico, al tiempo que consulta las llamadas perdidas de su iPhone. Un hombre hecho en la factoría de Mr. Jobs que, momentos después, comenzará a enviar y recibir mensajes a través de su MacBook Air, sin prestar atención a ningún otro estímulo externo. Lo sorprendente es que el resto de acompañantes hace más o menos lo mismo aunque su despliegue de artilugios no sea ni de lejos parecido.

La devoción casi religiosa hacia estos aparatos, utilísimos sin duda, necesarios por supuesto, pero invasivos hasta extremos intolerables, nos está haciendo perder el placer de la proximidad, el gusto por la conversación, el goce del contacto cara a cara, convirtiéndonos en extraños para los que están a nuestro lado. O a lo mejor es que hemos llegado a un punto en que hablar con un semejante al que tenemos enfrente nos resulta de una incomodidad insoportable. O peor, que no sabemos cómo dirigirnos a él si no media una maquinita. No me imagino a los tertulianos del Café Pombo o el Gijón entretenidos con las pantallas táctiles desatendiendo las opiniones de sus colegas. ¿Qué iban a pensar don Ramón Gómez de la Serna o Manuel Alexandre?


sábado, 13 de noviembre de 2010

Sáhara en el corazón

Treinta y cinco años de ocupación ilegal del Sáhara Occidental no han bastado a Marruecos para doblegar la voluntad de independencia del pueblo saharaui. Un muro de más de dos mil kilómetros no le ha servido a Rabat para separar a una población que se siente unida, a pesar de la distancia impuesta por las armas, en los deseos de libertad. La opresión, el pisoteo de los derechos humanos, la represión, las condenas de cárcel o los asesinatos cometidos por la dictadura alauita no han hecho disminuir las ansias de miles de mujeres y hombres de alcanzar, algún día, el sueño de un Estado propio.

El abandono de España, la desidia y la tibieza, cuando no el olvido, de los sucesivos gobiernos -centristas, socialistas y populares- no han sido capaces de rebajar o apagar el compromiso y la solidaridad de una ciudadanía que, en todos estos años de afrenta, se ha sentido hermanada con quienes una vez constituyeron una provincia española y tiene el Sáhara en el corazón.

Y hoy, en Madrid, miles de ciudadanos, españoles y saharauis, hemos querido decirle a los gobiernos de Marruecos y de España que la población del Sáhara Occidental no se rinde, que el Frente Polisario es el portavoz legítimo y reconocido internacionalmente de ese pueblo y que la parálisis diplomática y el sometimiento a espurios intereses de Trinidad Jiménez y Zapatero o la violencia de la policía y el ejército de Mohamed VI no podrán matar la utopía. 

Al campamento de Agdaym Izik, arrasado este pasado lunes, seguirá otro, y otro, y otro... ¿O acaso creen algunos que es posible asesinar la dignidad de un pueblo?

jueves, 11 de noviembre de 2010

Agdaym Izik (6)

Confieso que me habría gustado cambiar de asunto. Volver a hablar de laicismo, de mis últimas lecturas, del ciclo sobre arte y pensamiento que ha organizado en Tenerife la Fundación Cristino de Vera o de algún retazo de memoria infantil. Pero no quiero renunciar a hacerlo de quienes hoy siguen reclamando la atención del mundo, porque son víctimas del terror, de un poder ocupante que utiliza las armas de la represión, de las desapariciones y que, incluso, se ha atrevido con ciertas medidas raciales que, obviamente, nos retrotraen a un tiempo que creíamos olvidado, cuando a un pueblo lo señalaron con estrellas amarillas y lo masacraron en guetos, en campos de exterminio. Leo horrorizado que los marroquíes que circulen por El Aaiún deberán hacerlo utilizando una gorra blanca y que los saharauis están obligados a ir con la cabeza descubierta, señalados, estigmatizados por pertenecer a una comunidad que no se rinde, que ha gritado ¡basta! sin alzar la mano, con la fuerza de la unión, con la solidaridad, levantando un campamento de dignidad, hoy arrasado, incendiado, pero símbolo ya de lucha, de resistencia.  No, no se rinde quien sabe que lleva consigo la razón. 

Recupero una foto de hace algunos años, de una manifestación organizada frente al muro que Marruecos construyó en el desierto con la ayuda occidental, para impedir lo imposible: separar a un pueblo. La pancarta que presidía aquella movilización no ha perdido actualidad. Tampoco ha cambiado, en estos años, la posición de un gobierno cuya tibieza y miedos obligan a sus ministros a rectificar a cada paso, les confunden hasta el punto de admitir la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental o les impiden condenar la violencia, el imperio de la atrocidad y la cobardía. El tiempo, como a otros antes que a ellos, les pasará factura. Así es la Historia, implacable con los pusilánimes, con los necios.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Agdaym Izik (5)


Rabia, dolor, impotencia. Sentimientos que se agolpan y me acompañan tras la noticia del asalto militar, a sangre y fuego, a un campamento pacífico, a un espacio de dignidad, reivindicación y libertad. Un pueblo que continúa luchando por un territorio que le pertenece y que se le niega sistemáticamente. Una tiranía que se empeña en defender una ocupación ilegal, aguantada por el poder de las armas. Una potencia administradora que calla y teme no sabemos muy bien a quién o qué. Una comunidad internacional sometida a sus propios intereses, cómoda en su papel de juez sin capacidad de decisión. Un niño que llora en una jaima incendiada por la intolerancia. Maldigo a quienes niegan un derecho legítimo. Una mujer que trata de levantarse tras los golpes para reemprender la marcha. Maldigo a los ocupantes, a los tiranos. Un joven que yace, sin vida, en la arena de un desierto con el que ya no puede seguir soñando. Maldigo a quienes aplastan las libertades y los derechos humanos. Un anciano desconcertado que busca a quien le explique las razones -si las hubiera- de tantos años de sufrimiento. Maldigo la mentira, el silencio cómplice. Una barricada que se erige, impotente, frente a la maquinaria de destrucción. Maldigo a los asesinos. Y sufro por los inocentes.

Agdaym Izik (4)

(@Reuters)
Hemos amanecido esta mañana con la noticia de que la policía y el ejército marroquíes han entrado por la fuerza en el campamento de Agdaym Izik, en las afueras de El Aaiún, donde más de 20.000 saharauis se habían establecido desde hace varias semanas como gesto pacífico de protesta contra la ocupación ilegal del Sáhara Occidental por parte de Marruecos y en favor de la independencia de la antigua colonia española. Una acción represiva que delata las verdaderas intenciones con las que Rabat acude hoy a Nueva York para reanudar, bajo la mirada de Naciones Unidas, las conversaciones con el Frente Polisario sobre el futuro de ese territorio abandonado por nuestro país hace 35 años. ¿Acaso alguien esperaba que la dictadura alauita, que no respeta los derechos y libertades de su propia población, se comportara de otro modo con los manifestantes saharauis? ¿No fue acaso el discurso pronunciado hace unos días por el tirano una velada amenaza hacia los acampados? 

De la diplomacia de la potencia administradora -España- no esperemos nada, salvo las consabidas frases de lamento, la petición -sotto voce- de esclarecimiento de los hechos y la declaración de que se trata de un asunto interno que afecta exclusivamente a Marruecos y sobre el que nuestro país no tiene nada que decir. Confiar en una posición diferente a la expresada habitualmente por el Ministerio de Asuntos Exteriores español nos situaría más en el espejismo y la ficción que en el realismo político al que se ha apuntado gustosa Trinidad Jiménez. Y no corren tiempos para la ilusión ni la utopía. 

domingo, 7 de noviembre de 2010

Conversación benedictina

(@www.que.es)
-Pues, ¿qué hace ahí escondido?
-Esperando a que Quien ha venido de visita se marche por donde mismito vino.
-Salga y le cuento. Que el zángano nos ha dejado algunas perlas deliciosas sobre las que merece la pena conversar.
-No me haga perder el tiempo. Empiece, empiece.
-Diz que dijo que reivindiquemos las raíces cristianas de Europa.
-¿Pues no sabe lo que contestó Daniel Cohn-Bendit a quienes defienden esa patraña? Pues se lo diré: que se trata de una "usurpación intelectual insidiosamente racista". ¿Y qué otras lindezas nos ha dejado Ratzinger?
-Diz que dijo que vivimos en un país agresivamente laico y que nuestro anticlericalismo se parece muy mucho al de la Segunda República.
-Ah, ¿sí? ¿Y no habló de su educación hitleriana, de las bendiciones romanas a los crímenes del nacional-catolicismo y de la ceguera papal ante el Holocausto?
-Pues no. Ahora que caigo, de eso no habló.
-¡Santito desmemoriado! Mejor sigo escondido hasta que escampe.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Agdaym Izik (3)

La semilla de rebelión plantada hace algunas semanas en la aridez de la hamada próxima a El Aaiún ha germinado y se ha fortalecido gracias al orgullo y el pundonor con el que la han abonado cada día los más de 20.000 saharauis que hoy habitan las miles de jaimas que forman ese Campamento de la dignidad hacia el que se dirigen las miradas de admiración del mundo. Quienes creían que el movimiento de protesta era flor de un día tendrán que revisar sus criterios de valoración, porque asistimos a la mayor movilización del pueblo del Sáhara Occidental desde su abandono por España hace 35 años. Querer ignorar este hecho y sus consecuencias futuras, tratando de reducirlo a una mera reivindicación de tintes económicas y laborales, es apuntarse a un ejercicio de ceguera política. 

Y, mientras, asistimos a la visita a Madrid del ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Taib Fasi Fihri, que, sin el  más mínimo miramiento a las normas de educación protocolaria, delante de su homóloga, Trinidad Jiménez, se permite reprender y acusar a la prensa libre de nuestro país de mentir sobre la realidad  de las libertades políticas y los derechos humanos en el reino alauita. Unos días después, en una pantomima de juicio celebrado en Casablanca contra siete saharauis que reclaman la independencia del territorio ilegalmente ocupado por Marruecos, dos periodistas españoles son agredidos e insultados. Maniobras de defensa que recuerdan mucho a las que organizaba el franquismo cada vez que desde el extranjero se atacaba la dictadura. Lástima que la memoria sea tan frágil y tengamos que seguir escuchando y leyendo en algunos medios de comunicación españoles que Rabat está embarcado en un decidido e imparable proceso de democratización. 

¿Qué espúreos intereses se esconden detrás de esas afirmaciones periodísticas? ¿Y de ciertos silencios que se convierten en cómplices de los atropellos y la represión marroquíes?

viernes, 5 de noviembre de 2010

La piel del miedo


La piel del miedo es, además de una sugerente novela de formación del ecuatoriano Javier Vásconez, una profunda reflexión literaria sobre el miedo, esa perturbación angustiosa del ánimo que se instala en nosotros en un momento impreciso de nuestra existencia y parece no abandonarnos nunca. Los temores mutan con el paso de los años pero no desaparecen. Retornan una y otra vez con cualquier excusa. Para el protagonista de este relato es una suerte de pasión y de prisión, pero también lo es, en muchos casos e instantes, para todos. Una especie de mal incurable del que descubrimos síntomas a cada paso. Echo la vista atrás y hallo, en aquel niño en el que seguramente no me reconocería si me lo cruzara ahora por la calle, vagas huellas del pavor a la oscuridad, al dolor, al desamor, a la enfermedad, al castigo, a la violencia... a tantas y tantas circunstancias que entonces me hacían temer lo peor porque me sentía incapaz de controlar las circunstancias, de dominar la situación, porque rompían la calma infantil, la felicidad inocente en las que vivía. Tampoco mis compañeros de pupitre, de juegos, de estudio, según recuerdo ahora, escapaban a la angustia, a los momentos de inseguridad, de desconcierto que traían consigo la entrega de las calificaciones escolares, las vacunaciones en grupo, las reprensiones de los maestros.

También,  como el narrador de la historia que nos acerca Vásconez, advertimos a nuestro alrededor, en estos tiempos de crisis, señales de miedo colectivo, "en la ciudad azotada por la lluvia, en los zaguanes donde se refugian los vagabundos, en la sonrisa temblorosa de los niños, en los ojos de las mujeres cuando salen atropelladas de sus trabajos",  en los rostros de los inmigrantes que desembarcan en nuestras costas después de una travesía en la que sortean al destino y, en muchos casos, a la muerte,  en esas largas colas que esperan la renovación de los papeles de residencia o una oferta de trabajo por precario que sea, en las conversaciones de café en las que una y otra vez se habla de la amenaza de embargos o de despidos, en las miradas de esas madres que, en las pantallas de las televisiones, desesperan por la suerte de sus hijos enfermos o desnutridos...

martes, 2 de noviembre de 2010

Godot, Benedicto XVI y Fernando Vallejo

(@Hoysecumplen.com)
A Godot lo seguimos esperando aunque sabemos que no llegará nunca. Al contrario que al personaje de Beckett, a Benedicto XVI no lo esperábamos -al menos yo- y, sin embargo, ya nos han anunciado a bombo y platillo que está al caer. Una semana antes de que pastoree por estos lares, el despliegue informativo es arrollador y no parece que vaya a detenerse en estos días. Es más, nos insinúan una cobertura mediática -especialmente televisiva- que no olvidaremos en mucho tiempo. Y para que a ojos del Pontífice nuestros dirigentes más a la derecha parezcan lo que son, ya Rajoy nos adelanta que si gobierna no nos libraremos de su mano santificadora ni del recorte de derechos conquistados en estos últimos tiempos. Empezando por el matrimonio homosexual, por el aborto y ya veremos dónde acaba. Es lo que tienen las visitas papales que a muchos les hace salir de las madrigueras en que estaban escondidos mientras esperaban a que escampara la maldita crisis. 

Yo, por si acaso, mientras llega el Santo Padre, me recreo en la lectura de La puta de Babilonia, muy recomendable y sabio libro de Fernando Vallejo, del que extraigo el pasaje en que relata el viaje de Benedicto XVI a Turquía. Dice así: "Ayer llegó Benedicta a Estambul y provocó un embotellamiento de puta madre. La suya se la mentaban los catorce millones de musulmanes de la ciudad, que no podían llegar de sus trabajos a sus casas porque por las medidas de protección desplegadas para proteger al zángano les habían bloqueado las arterias principales en la hora pico de la tarde. ¿Y a qué venía el zángano a la antigua Constantinopla que en nombre de Cristo quemaron hace ochocientos años los cruzados, y así llamada en honor del primero y más grande concubino de la Puta?" 

Pues digo yo que vendrá a lo mismo. O eso creo...