La ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, ha roto su silencio sobre el Sáhara Occidental, en una entrevista publicada en el diario El País, en la que expresa sus deseos de "una solución realista" al conflicto, al tiempo que parece dar por buenas las explicaciones de Marruecos sobre el asesinato del joven saharaui Nayem el Gareh.
A estas alturas, no sorprende en absoluto el realismo político de la ministra, toda vez que sigue los pasos de sus antecesores en el cargo, incapaces de adoptar o sugerir cualquier decisión que pudiera incomodar a Rabat. Sus palabras, sin embargo, suponen un reconocimiento explícito de la legalidad de la ocupación marroquí del territorio de la ex colonia española, al conceder a Rabat potestad para negociar la autodeterminación del pueblo saharaui, derecho reconocido por la ONU en varias resoluciones apoyadas por España, potencia administradora mientras no se resuelva el problema. La autodeterminación, como bien sabe Trinidad Jiménez, es innegociable y no la ejerce el país colonizador ni, como en este caso, invasor, sino un pueblo, que es quien debe expresar su voluntad de constituirse o no en Estado. Insistir en remedios realistas es, simplemente, apostar por la fórmula marroquí de autonomía. Y ya todos sabemos cómo se las gasta el reino alauita.
Mientras, en el campamento de Agdaym Izik, en las afueras de El Aaiún ocupado, continúan las reivindicaciones políticas de autodeterminación, a pesar del bloqueo de las fuerzas policiales y militares marroquíes. Porque realista también es el levantamiento de un pueblo cuando la negociación significa someterse al más fuerte.
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