Quizás no haya existido en la historia de la humanidad nadie que alcanzara tanta gloria, hasta el punto de que viera bautizado un hemisferio con su nombre. Y quizás nadie haya hecho tan poco para lograr tamaña fama. Tal fue el caso del disoluto Américo Vespucio, un personaje discutido que, a lo largo de los siglos, pasó, a ojos del mundo y en la consideración de los estudiosos, de héroe a villano, de descubridor del Nuevo Mundo a impostor, de avezado navegante a experimentado proxeneta. Si sobre él recayó la notoriedad, no fue por un mérito especial ni por una culpa en particular, sino más bien como consecuencia de una fatalidad, de un error, del azar, de un malentendido. Circunstancias todas ellas que, sin embargo, ayudaron a rebajar e, incluso, a poner en duda durante algún tiempo la hazaña de otro ilustre italiano y auténtico adelantado de América, Cristóbal Colón.
Todo lo que rodeó aquella controversia, aquella trascendental anécdota, centra un delicioso opúsculo de Stefan Zweig -Américo Vespucio. La historia de un error histórico- que se lee como si de una novela se tratara aunque conserva la estructura de un ensayo de divulgación, tan del gusto del escritor vienés. El libro mantiene a lo largo de sus apenas noventa páginas un pulso narrativo que impide que, una vez abierto, seamos capaces de abandonarlo hasta que no se resuelve el enigma del involuntario engaño. Zweig refiere cada uno de los aspectos que fueron alimentando aquella equivocación y cada una de las intervenciones de terceros que contribuyeron a engrandecer a aquel comerciante establecido en Sevilla cuyos nombre y honor se vieron sometidos a los más diversos vaivenes en la estima pública. Dimes y diretes que, según qué siglo, lo engrandecieron o lo redujeron a la consideración de estafador.
Lástima que este entretenido librito, originalmente publicado a comienzos de la década de los años 30 del siglo pasado, contenga, a pesar de su corta extensión, tantas erratas de acentuación y de puntuación, tantos descuidos ortográficos, en la edición que de él ha hecho el joven sello Capitán Swing Libros. [Al parecer, por un descuido, una pequeñísima tirada iba trufada de errores y salió a la venta cuando no debió hacerlo. Los lectores, mayoritariamente, como yo con posterioridad, han disfrutado de una cuidada edición]
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