Los escritores Elie Wiesel (Sighet, actual Rumanía, 1928) y Jorge Semprún (Madrid, 1923) coincidieron en el campo de concentración de Buchenwald en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Quien fuera Premio Nobel de la Paz en 1986 había llegado desde Auschwitz, junto a su padre, que moriría unas semanas después, en una de aquellas marchas de la muerte organizadas por los nazis para desalojar los campos del Este europeo ante el empuje de los soviéticos. El español había sido detenido en Francia por pertenecer a la Resistencia.
Ambos compartieron el día de la liberación el 11 de abril de 1945, cuando un jeep del ejército norteamericano, en el que viajaban el civil Egon W. Fleck y el oficial Edward A. Tenenbaum, llegó a las puertas de Buchenwald. Y, posteriormente, los dos se agarraron a la escritura, a la ficción, para poder seguir viviendo después de la experiencia concentracionaria.
En 1960, Wiesel escribió El alba, que forma parte de su Trilogía de la noche (El Aleph Editores). Momentos antes de ejecutar a un oficial británico, el protagonista de la novela -alter ego de Wiesel- cuenta: "Estábamos solos en la celda blanca y estrecha. Él, sentado en la cama, yo, de pie ante él. Y nos mirábamos. Hubiera querido verme con sus ojos. Tal vez él quería mirarse con los míos". Surge, pues, la necesidad de cambiarse por el otro, de convertirse en el otro, de vivir su experiencia. Víctima y verdugo, frente a frente.
En 2001, Semprún entregó a la imprenta un libro en el que retornaba, una vez más, a Buchenwald: Viviré con su nombre, morirá con el mío (Tusquets Editores). Gracias a esa transmutación, a ese ponerse en la piel del prójimo, Semprún sobrevivió. Víctimas frente al verdugo.
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