Inquietud. Desesperanza. Imposibilidad. Derrota. Unas alas que deberían estar volando aparecen quebradas, sin vida, incapaces de levantar el vuelo. Sin un cuerpo al que agarrarse. Colgadas del vacío. Y detrás de esa imagen de aparente inmovilidad, de quietud y silencio, sólo hay sufrimiento, tragedia. Un cadáver que nos habla de sueños rotos.
El artista tinerfeño Gonzalo González (1950), cuya producción transita desde hacia varias décadas entre la pintura, el dibujo y la escultura, ha querido mostrarnos, de un modo simbólico, pero también valiente, qué se esconde detrás de la violencia de género, qué experimentan las mujeres que, en lugar de cariño, reciben palizas, que no entienden la razón por la que su amor es correspondido con bofetadas, con patadas, con odio.
Esta pieza estará presente, a partir del 22 de junio, en el espacio TEA (Tenerife Espacio de las Artes), formando parte de una exposición colectiva con la que se pretende, desde la creación artística como excusa, denunciar esa lacra social que es el terrorismo doméstico que ejercen quienes, equivocadamente, se creen con el poder para decidir sobre la vida y el destino de los demás.
En Gonzalo González, las alas, representadas de forma independiente, como símbolo de derrota, son un motivo recurrente. El mito de Ícaro, al que los rayos de sol devolvieron a la tierra en lo que supuso un triunfo sobre la soberbia humana, aparece en una de sus clásicas ventanas de bronce, formando parte de una composición que supone un guiño a la corriente metafísica.
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