lunes, 24 de diciembre de 2012

Danays Bautista

Habitualmente uno no sabe dónde y cuándo se topa con la suerte. Porque suerte y no otra cosa es haber conocido a la cantante y compositora cubana Danays Bautista. Una mujer cuyo tesón, voluntad, persistencia y alegría resultan tan desbordantes que ridiculizan mucho (o casi todo) de lo que hacemos a diario y por lo que nos preocupamos banalmente. La mayoría la recordará por haber sido portada hace un par de años, cuando un vagón de metro le cercenó un brazo y las ilusiones de seguir tocando la guitarra. Pero ella no es fácil de doblegar y por eso cuando tenía cinco años y otro trágico accidente le hizo perder la vista, no hubo quien acabara con el empeño y los deseos de dedicarse en cuerpo y alma a la música, a esos sonidos que en su isla natal llenan la existencia cotidiana y a los que ella se agarró para mandar un mensaje de optimismo y gritar a quien quisiera oirla que no se iba a rendir nunca.

Cuando alguien como ella se aferra a la vida con tanta energía, cuando repite una y otra vez que sigue aqui, a pesar de su infortunio, para regalarnos un puñado de canciones interpretadas desde lo más hondo, no nos queda otra que bendecir la suerte de compartir con ella unos pocos momentos y entender que la suerte es tan subjetiva como la realidad que afrontamos cada día.

viernes, 26 de octubre de 2012

Javier Marías

(@cadenaser.com)
En estos tiempos que corren, en los que cada día tenemos noticia de nuevas tropelías cometidas por quienes precisamente debieran dar ejemplo a la ciudadanía con sus comportamientos -los casos son tantos, que basta con abrir cualquier diario por una página elegida al azar-, es digno de elogio el gesto de coherencia intelectual e integridad moral con el que ha respondido el escritor Javier Marías al conocer que había ganado el Premio Nacional de Narrativa por su novela Los enamoramientos. Lo más lógico, ahora que la crisis aprieta de mala manera sin muchos miramientos, era haber aceptado gloria y dineros (20.000 euros no amargarían a la mayoría de españoles). Sin embargo, ha cumplido con su palabra y su conciencia al rechazar el galardón ministerial, además de dar muestras de educación al agradecer su elección al jurado que se decantó por su libro.   

Ya se han escuchado voces criticando su gesto -siempre los mismos, ¡qué pesadez!-. Incluso alguien ha sugerido que habría sido mejor recibirlo y, posteriormente, donar el dinero a esas bibliotecas a las que, como él mismo denunció, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte no destinará ni un solo euro en 2013. ¿Acaso corresponde a un gesto particular paliar la sinrazón gubernamental? También se podrían utilizar los 207.000 euros que  gastó en teléfono el edil burgalés  Eduardo Villanueva -que asegura que dimite con la conciencia muy tranquila-  para financiar la lectura pública. Seguro que daría para unos cuantos ejercicios económicos.

¡Felicidades, señor Marías, por su guiño y por esa recompensa a la que ha dado su negativa!

martes, 16 de octubre de 2012

La cultura, esa olvidada

Ahora que nos recuerdan que en Educación estamos a la cola de Europa, aunque al ministro Wert le parezca una estupidez tomar decisiones políticas que traten de paliar este bochorno y prefiera ponerse frente a los micrófonos para regalarnos algunas perlas inolvidables. Ahora que el debate político, especialmente en las comunidades que tienen en unos días elecciones para renovar sus cámaras, se ciñe mayormente a la duda entre independencia o federalismo, como si no existieran problemas de mayor calado social. Ahora que la crisis sigue siendo una constante en nuestras vidas, hay quien se acuerda de la Cultura, así, con mayúsculas. 

Desconozco el caso que le han hecho o la repercusión que ha tenido el artículo que ha publicado hace unos días el actor y director teatral Ramón Barea en El Correo, titulado "¡A por setas, lehendakari, a por setas!", en el que hace una defensa a ultranza de la Cultura y nos recuerda, no solo al futuro presidente vasco sino al conjunto de la población, que la creación no debe ser contemplada exclusivamente como un valor mercantil o de cambio, que también lo es, sino, y sobre todo, como un ejercicio sanador, de rebeldía y okupación, como una realidad que plantea preguntas, invita a la reflexión, abre nuevos caminos y contribuye a la convivencia, tan necesaria en estos tiempos de trastos a la cabeza.

Leyendo su alegato, a uno le da por pensar que todavía quedan por ahí algunos quijotes de lanza en astillero y adarga antigua. ¡Bien hallados sean!




lunes, 15 de octubre de 2012

El ministro bufón

Cada día estoy más convencido de que esta crisis pertinaz -¡qué adjetivo tan querido por el franquismo para referirse a la sequía- nos ha robado, entre otras muchas cosas, el sentido del humor. Porque no encuentro otra razón que explique los pocos chistes que los españoles, tan dados a sacar punta de todo, le dedicamos al ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, tan amigo de las declaraciones altisonantes y, sobre todo, de las bufonadas. Por muchísimo menos, al diplomático, escritor y político Fernando Morán la entonces incipiente caverna mediática lo crucificó a chascarrillos, muchos de muy mal gusto, cuando era ministro de Asuntos Exteriores. Ahora, el espejo de la Historia nos devuelve a una figura brillante, ponderada e inteligente, cuyos logros están ahí, gusten o no a los cavernícolas. 

De Wert, el ministro peor valorado de un Gobierno que no supera el aprobado en opinión de los españoles, nos va llegando un rosario de decisiones que reciben el rechazo mayoritario de los sectores afectados o una colección de manifestaciones de difícil encaje en los tiempos que corren, como las relativas a las becas, la Educación para la Ciudadanía o la españolización -otra expresión muy del lenguaje franquista- de los alumnos catalanes. 

Aún es pronto para que ese espejo al que antes me refería nos ofrezca con suficiente distancia la verdadera magnitud de este personaje, pero todo indica que, a este paso y gracias a sus esfuerzos, será una imagen muy, muy deformada. Y méritos habrá hecho para ello. 


martes, 9 de octubre de 2012

Desafección política

Ha tenido que ser una encuesta del Centro de Estudios Sociológicos (CIS) la piedra de toque para que la clase política empiece a tomar conciencia de la desafección ciudadana hacia las instituciones, los partidos o el propio sistema democrático. Después de años de endogamia partidista, de dar la impresión de estar gobernando y legislando en respuesta a sus intereses y no a los de la mayoría de la población y de dar mal ejemplo cuando de los dineros públicos se trataba, ahora llaman a la regeneración. No han querido  prestar atención a los recientes movimientos populares y han preferido hablar de multitud y turba o  reprimir por la fuerza y minimizar las manifestaciones y huelgas.

Y ahora claman por la regeneración. Y lo hacen el mismo día que la prensa destapa que Zaplana ocultó la entrega de seis millones de euros a Julio Iglesias o que Núñez Feijóo, que aspira a repetir como presidente gallego, maquilló las cuentas de 2010 para reducir el déficit. ¡Qué inoportunos son los medios de comunicación, pensarán algunos!

No es cuestión de generalizar, pero los políticos deberían, en su mayoría, hacer un profundo ejercicio de reflexión y comenzar a cambiar ciertos hábitos. Todo sea por la salud de la democracia. Ah, y de la regeneración.

lunes, 1 de octubre de 2012

El caso Urdangarín y otras zarandajas

Al tiempo que los políticos se muestran incapaces de sacarnos de la crisis y muy temerosos ante las imprevisibles consecuencias de la contestación social que se va extendiendo poco a poco en las calles, los medios de comunicación nos ofrecen cada día algún nuevo capítulo de corrupción en la Administración. Cuando no se trata de algún alcalde -y ya van unos cuantos-, subyugado por el canto de sirena de los dineros inmobiliarios, el protagonista es el presidente de los jueces, amigo de los viajes privados con fondos públicos, un presidente autonómico amante de la moda o el propio yerno del Rey, que parece que encontró un chollo con la utilización del nombre de su real suegro para hacer pingües negocios.

Lo más descorazonador es que tales denuncias de corruptelas se quedan en meras anécdotas informativas, en sabrosos argumentos para un futuro thriller o, lo que es peor, en nada. Desconozco hasta dónde tiene que llegar un cargo público en sus afanes de enriquecimiento para que la Justicia determine su encarcelamiento o un escarmiento disuasorio para imitadores. El dossier de alguno de ellos engorda constantemente (¿cuánto tiempo llevamos leyendo o escuchando las andanzas de Carlos Fabra, Jaume Matas o Iñaki Urdangarín?) y aquí no pasa nada, como si estos personajes estuvieran eximidos -por una norma no escrita- de la aplicación del Código Penal.

Mientras llega ese día, tan lejano como el horizonte, que se va alejando a medida que nos acercamos a él, nos lo tomaremos con humor, con esa gracia tan del gusto de los gaditanos, que no dudaron en dedicar en los pasados carnavales (¡cómo pasa el tiempo!) más de una divertida -y ácida- composición al marido de la Infanta. ¡Qué remedio!

jueves, 27 de septiembre de 2012

La buena ciudadanía

(@www.noticias.starmedia.com)
La derecha extrema tiene la feísima costumbre -históricamente nefasta y repugnante, como se ha podido constatar en otras épocas- de categorizar a los ciudadanos. Basta con que no coincida la acción gubernamental con el sentir popular para que nos encontremos, de la noche a la mañana, en uno de los estancos clasificatorios fijados por la autoridad. Ya nos pasó a una gran número de españoles cuando nos manifestamos reiteradamente contra la injusta e ilegal guerra contra Irak, que el entonces presidente del Gobierno Aznar abrazó con el entusiasmo que testimonió una ya inolvidable foto en la que aparecía junto a Bush y Blair con gesto sonriente y cabellera despeinada. A juicio del señor Aznar (y de sus ministros de entonces, claro está), quienes salimos a las calles masivamente no eramos patriotas y, por tanto, debíamos ser considerados españoles de segunda.

Ahora, la distinción la establece el actual presidente del Ejecutivo, Mariano Rajoy, al que las protestas del 25-S han pillado -imaginemos por un instante que casualmente- fuera de España. Y desde la distancia no ha tenido una ocurrencia mejor que proclamar su "reconocimiento a la mayoría que no sale en las portadas" y referirse a los que se quedaron en casa o en el trabajo como a buenos ciudadanos, marcando una línea con los que decidieron salir a la calle y hacer efectivo su derecho constitucional a manifestarse contra los recortes, los mercados y el desprestigio de la clase política, entre otras razones.

Hace muy mal quien hace este tipo de distinciones entre la ciudadanía, cuando debería actuar y hablar como presidente de todos porque, al final, somos todos -o casi todos- los que venimos sufriendo esta maldita crisis que parece no querer abandonarnos.