Habitualmente uno no sabe dónde y cuándo se topa con la suerte. Porque suerte y no otra cosa es haber conocido a la cantante y compositora cubana Danays Bautista. Una mujer cuyo tesón, voluntad, persistencia y alegría resultan tan desbordantes que ridiculizan mucho (o casi todo) de lo que hacemos a diario y por lo que nos preocupamos banalmente. La mayoría la recordará por haber sido portada hace un par de años, cuando un vagón de metro le cercenó un brazo y las ilusiones de seguir tocando la guitarra. Pero ella no es fácil de doblegar y por eso cuando tenía cinco años y otro trágico accidente le hizo perder la vista, no hubo quien acabara con el empeño y los deseos de dedicarse en cuerpo y alma a la música, a esos sonidos que en su isla natal llenan la existencia cotidiana y a los que ella se agarró para mandar un mensaje de optimismo y gritar a quien quisiera oirla que no se iba a rendir nunca.
Cuando alguien como ella se aferra a la vida con tanta energía, cuando repite una y otra vez que sigue aqui, a pesar de su infortunio, para regalarnos un puñado de canciones interpretadas desde lo más hondo, no nos queda otra que bendecir la suerte de compartir con ella unos pocos momentos y entender que la suerte es tan subjetiva como la realidad que afrontamos cada día.