
Coincidiendo con la llegada a esta provincia a la que, poco a poco, nos vamos acostumbrando, mientras disfrutamos lentamente de sus innumerables encantos y de la amabilidad de su gente (¡Cómo he tardado tanto en decidirme a conocerla!), el programa televisivo Ola, ola -emitido por Cuatro- incluía un reportaje sobre El Mónsul. En él se afirmaba que era una de las playas más bellas del mundo. Desconozco a cuántos lugares ha viajado el guionista, pero tal manifestación me resultó excesiva. El planeta está repleto de playas maravillosas. Para quien viene de Canarias como yo, cómo he de calificar entonces Maspalomas, Jandía o Corralejos, por citar tan sólo tres de las muchas que tiene el Archipiélago. A veces tengo la impresión de que con demasiada frecuencia nos dejamos dominar, sin aparente necesidad, por la fiebre de lo superlativo.
Dicho esto, he de comentar que la playa es espectacular, que su fama es muy merecida y que, Indianas Jones al margen, recorrerla a media tarde, sin prisas, cuando el sol comienza a ponerse, deteniéndose en esa enorme roca que recuerda el origen volcánico del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, es una experiencia inolvidable, uno de esos momentos que quedan grabados para siempre.