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miércoles, 3 de agosto de 2011

#MadridsinPapa

Cualquiera diría que Benedicto XVI le ha cogido el gusto a esto de venir a España a recordarnos que somos la reserva espiritual de Occidente, a pesar de lo agresivamente laicos que somos los ciudadanos de este país, según dijo hace apenas unos meses, con motivo de su anterior paseo por estas tierras. De lo que sí estoy seguro es que no viene a hacer acto de contricción por las bendiciones de la Iglesia a los crímenes del franquismo o por los actos de pederastia de algunos de sus sacerdotes. Lástima, porque de otro modo habríamos pensado que su visita no incluiría, como hacía su antecesor y repitió él mismo, un rapapolvo al Gobierno socialista por impío y defensor de normas contrarias a esa moral cristiana que en los últimos tiempos aflora con más fuerza que nunca.

Lo que sí me sorprende es el empeño de algunos, especialmente de ciertas autoridades autonómicas, en destacar los beneficios económicos de la presencia papal. Y yo que pensaba -¡ingenuo de mí!- que las ventajas de las religiones no se alcanzaban en este mundo de pecadores, sino que las recibiríamos una vez convertidos en polvo. Ya nos dirán, imagino, quiénes son los destinatarios de esos cien millones en positivo en que cifran la celebración de la JMJ 2011.

Y por si no fuera poco con inundar de santidad la ciudad de Madrid durante unos días, parece que en el Parque del Retiro los remos, los títeres, las echadoras de cartas, los vendedores de chucherías y globos tendrán una férrea competencia con los dos centenares de confesionarios portátiles que se instalarán en este espacio público, convertido en lugar de peregrinación, lamentaciones, arrepentimientos y perdones.

Vuelvo a recomendar, para contrarrestar los efectos narcotizantes de tanto incienso, la lectura de La puta de Babilonia, de Fernando Vallejo. Eso,  o desaparecer del mapa y cerrar los ojos a la avalancha mediática que se avecina.

martes, 2 de noviembre de 2010

Godot, Benedicto XVI y Fernando Vallejo

(@Hoysecumplen.com)
A Godot lo seguimos esperando aunque sabemos que no llegará nunca. Al contrario que al personaje de Beckett, a Benedicto XVI no lo esperábamos -al menos yo- y, sin embargo, ya nos han anunciado a bombo y platillo que está al caer. Una semana antes de que pastoree por estos lares, el despliegue informativo es arrollador y no parece que vaya a detenerse en estos días. Es más, nos insinúan una cobertura mediática -especialmente televisiva- que no olvidaremos en mucho tiempo. Y para que a ojos del Pontífice nuestros dirigentes más a la derecha parezcan lo que son, ya Rajoy nos adelanta que si gobierna no nos libraremos de su mano santificadora ni del recorte de derechos conquistados en estos últimos tiempos. Empezando por el matrimonio homosexual, por el aborto y ya veremos dónde acaba. Es lo que tienen las visitas papales que a muchos les hace salir de las madrigueras en que estaban escondidos mientras esperaban a que escampara la maldita crisis. 

Yo, por si acaso, mientras llega el Santo Padre, me recreo en la lectura de La puta de Babilonia, muy recomendable y sabio libro de Fernando Vallejo, del que extraigo el pasaje en que relata el viaje de Benedicto XVI a Turquía. Dice así: "Ayer llegó Benedicta a Estambul y provocó un embotellamiento de puta madre. La suya se la mentaban los catorce millones de musulmanes de la ciudad, que no podían llegar de sus trabajos a sus casas porque por las medidas de protección desplegadas para proteger al zángano les habían bloqueado las arterias principales en la hora pico de la tarde. ¿Y a qué venía el zángano a la antigua Constantinopla que en nombre de Cristo quemaron hace ochocientos años los cruzados, y así llamada en honor del primero y más grande concubino de la Puta?" 

Pues digo yo que vendrá a lo mismo. O eso creo...