No deja de sorprenderme lo difícil que resulta a algunos llamar a las cosas por su nombre. El cierre de Megaupload y la detención de su cabecilla, Kim Schmitz, dedicados al enriquecimiento ilícito, al saqueo de la propiedad ajena y a una ostentación rayana en la pornografía, son valorados por no pocos ciudadanos como un ataque a la libertad de expresión y al acceso universal a la cultura, cuando no como una cortapisa a eso que llaman neutralidad en la red, como si en los tiempos que corren algo fuera neutral (Suiza dejó de serlo hace ya algunas décadas).
Lo más sorpresivo es que también los medios de comunicación han caído en la misma tentación facilona y tratan con simpatía al tal Dotcom, cuando no a los ciberextorsionadores de Anonymous quienes, ocultos tras el anonimato que les concede el clic del ratón, amedrentan, amenazan, coaccionan y socavan la libertad -esta vez sí- de aquellas personas o instituciones que, por una u otra motivación imprecisa, les resultan antipáticas o, directamente, no están dispuestas a someterse a la voluntad de lo que un periodista califica románticamente de "ejército inaprensible, heterogéneo y líquido de activistas y hacktivistas".
El gangsterismo ha adquirido una nueva forma y algunos parecen negarse a la evidencia. Allá ellos. A lo mejor son las próximas víctimas del ciberfascismo.
Margarita
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Yo quisiera ser aquella Margarita de Adriano. Ser su pulso y su sapiencia.
Difícil trabajo la vivisección aun en la distancia de los siglos. Difícil
extrae...
Hace 5 meses