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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Hipocresía periodística

Tirar la piedra y esconder la mano. Con una frecuencia cada vez mayor y más vergonzosa, los medios de comunicación se han apuntado a la moda de generar polémicas o escándalos y, posteriormente, cuando ya el polvorín ha estallado y la alarma social se ha desatado, recoger velas, rasgarse las vestiduras y preguntarse sobre los límites del periodismo y, por ende, de la libertad de expresión. Por lo visto, no debe parecerles deontológicamente correcto -por aquello de la autocensura- imponerse barreras y no traspasarlas en ningún caso.

Nos regalan imágenes truculentas o atrevidas, nos hacen escuchar grabaciones innecesarias y de escaso valor periodístico pero de un beneficioso morbo o nos torpedean durante semanas con anodinas y anecdóticas informaciones que llevan a portada para, a continuación, cuestionarse dónde debe el profesional del periodismo establecer la línea fronteriza. Da igual que se trate de una princesa en topless, de una atrevida anciana con vocación de artista plástica o de las voces de unos pilotos en los momentos previos a la explosión de su aeronave. Todo vale...hasta que, por extrañas razones, les vence el pudor o la vergüenza e inician una etapa de arrepentimiento...hasta la ocasión siguiente. No vaya a ser que la competencia les robe lectores, oyentes o telespectadores por no estar, como diría el viejo profesor, al loro.  


sábado, 22 de enero de 2011

"No escribas más"

(@lavozdigital.es)
Conocí a Fernando Santiago en 2009, después de que publicara una tribuna de opinión en la que, demostrando una absoluta valentía y unas grandes dosis de atrevimiento, no tuvo reparos en defender a la SGAE en un momento en que la entidad de gestión, a raíz de cobrar por un concierto benéfico en Almería, era sometida a un auténtico linchamiento mediático. Durante la conversación que mantuvimos me comentó que estaba embarcado en los preparativos de la conmemoración del bicentenario de la proclamación de la libertad de prensa por las Cortes de Cádiz, que se celebró en 2010. Hoy leo, con estupor, que este periodista ha sido agredido por un energúmeno al que, al parecer, molestaban sus artículos periodísticos y los comentarios que hacía en su blog. No satisfecho con golpearlo, el agresor se atrevió también a espetarle "¡No escribas más!", como si con ese grito amenazador pudiera acabar con quien, desde la presidencia de la Asociación de la Prensa de Cádiz, se ha erigido en un firme defensor de la libertad de expresión y de la función crítica de los profesionales de la información. Quizás ese individuo quiso emular a Millán-Astray y su célebre "¡Muera la inteligencia!".

Lamentablemente, los ataques a periodistas no se limitan a países cuyos regímenes políticos socavan los derechos fundamentales, como ha venido denunciando Reporteros Sin Fronteras. Aunque se trate de un hecho aislado, parece que en España algunos siguen creyendo que las palabras se acallan a puñetazos, que la razón se conquista a golpes, que con el ejercicio de la fuerza se pueden silenciar las voces independientes. 

Fernando, desde aquí, mucho ánimo y una pronta recuperación, porque el periodismo necesita de gente  como tú.

viernes, 7 de enero de 2011

Periodismo sin fronteras

Desde hace algunos años, en época de belenes, turrones, despreocupaciones, tarjetas de felicitación, abetos, polvorones, comidas familiares, loterías y cestas, Reporteros Sin Fronteras (RSF) presenta su balance anual sobre el estado de la libertad de prensa en el mundo. En 2010, los datos sobre el ejercicio del periodismo en el mundo, aunque mejores que en 2009, siguieron ofreciendo una realidad incontestable y desalentadora: en muchos lugares del planeta, tratar de ofrecer una información libre e independiente a la ciudadanía supone, en muchos casos, que el profesional acabe en la cárcel o, sencillamente, asesinado. Según esta organización, creada en 1985, el pasado año la vida de 57 periodistas fue cercenada por quienes no estaban dispuestos a que se conociera la verdad, a que se hicieran públicos ciertos hechos o datos, a que ciertas investigaciones o denuncias salieran a la luz. En el mismo periodo, 51 reporteros fueron secuestrados, 535 detenidos y más de 1.300 agredidos o amenazados. Pakistán, Irak y México son, por este orden, los lugares más violentos para los que utilizan, como herramienta de trabajo, la palabra o la imagen. 

Y mientras en un buen número de países -probablemente en la mayoría- hay quienes se juegan el pellejo a diario porque saben que son testigos esenciales y que con su labor están garantizando el derecho de todos a la información, aquí hay quienes prefieren mirar para otro lado cuando la rueda de prensa se convierte en comparecencia ("¿para qué preguntar?", se dirán, si ya tienen las notas con la versión oficial) o, peor aún, utilizar la libertad de prensa para, sencillamente, escupir, crispar e insultar a los que no piensan como ellos, a los que discrepan, a los que se limitan a tener una opinión diferente. 

La libertad de prensa no exige héroes ni mártires, pero sí un ejercicio responsable y ético que algunos parecen haber olvidado. Al menos por aquí.