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jueves, 25 de agosto de 2011

De Madrid, al cielo

(@EFE)
Toda vez que...

...Benedicto XVI ya no está entre nosotros...
...la JMJ 2011 es, por suerte, cosa del pasado...
...la capital ha dejado de ser un parque temático travestida de blanco y amarillo...
...el Retiro es, de nuevo, territorio libre de confesiones y pecados (aunque menos)...
...las autoridades regresan a los mercados y olvidan su actitud de meapilas...
...el laicismo continúa siendo una utopía en este país...
...la policía nos recuerda que, porra en mano, no hay quien pueda con ella...
...la Cibeles recupera su condición de lugar de encuentro de madridistas (últimamente cada vez menos) después de serlo, por unos días, de seminaristas, monjas, kikos, peregrinos y gente de todo pelaje...
...Rouco Varela ha recuperado la sonrisa, aunque no las vocaciones perdidas...
...la patronal continúa la búsqueda de los millones de euros de la visita papal...
...la aspavientosa se regocija de que en su Comunidad haya estado Su Santidad...
...Gallardón ha tenido una visión privilegiada del recorrido del papamóvil...

...a lo mejor es el momento de proclamar con razón, como vienen haciendo los más castizos, que "De Madrid, al cielo"...


domingo, 27 de junio de 2010

De la tradición



La tradición es el mejor argumento al que se está agarrando cierto sector de la sociedad española -cada vez más amplio, con especial incidencia en la clase política- para justificar su permisividad con ciertas conductas y, al mismo tiempo, condenar otros comportamientos que le resultan incómodos, no se sabe muy bien por qué razón. La tradición se esgrime como la mejor defensa frente a las críticas.

Si se condena tirar cabras desde un campanario, lancear un toro hasta la muerte o matar a patadas una vaquilla, para regocijo de parroquianos de distintos lugares de la geografía española, por extraer sólo unas pocas conductas de las que son víctimas los animales de la larga lista que existe en este país, entonces se atrinchera en la tradición. Si los defensores del laicismo recuerdan que la presencia de crucifijos y otros símbolos religiosos en las aulas, hospitales y otros espacios públicos no resulta acorde con los usos que debieran regir en un Estado aconfesional como el nuestro, pues a parapetarse en la tradición. Si los nudistas reclaman un mayor espacio público para expresar libremente su desnudez, pues se tapa un ojo, mira por el otro e iza la bandera de la tradición, del pudor y de la urbanidad.

Amparado en la tradición, ese núcleo de ciudadanos se muestra tradicionalista, ultramontano, intolerante. A las primeras de cambio, se lanza al monte a emprender campañas contra todo aquello que, a su juicio, pone en peligro su escala de valores, llámese matrimonio entre personas del mismo sexo o uso del nihab. Da igual lo que sea, porque siempre encontrará un motivo para tratar de imponer sus principios. Aunque tenga que hacer la vista gorda con ciertos comportamientos que debería condenar porque nada tienen que ver con la tradición -¿o sí?-, como la pederastia de la iglesia católica o la corrupción política.