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lunes, 9 de abril de 2012

El generalote bolivariano


Si no fuera por el drama que están viviendo millones de ciudadanos sirios desde que iniciaron la rebelión contra el tirano Bashar al Asad, las palabras del generalote bolivariano sobre las supuestas reformas iniciadas por el Gobierno de Siria merecerían formar parte de un monólogo de humor de Luis Piedrahíta. Pero resultan repugnantes. Afirmar que el hijo de otro ilustre asesino, Hafez al Asad, ha emprendido cambios y que detrás de todo lo que sucede en ese país está la mano demoniaca de Estados Unidos es vivir fuera de la realidad o ser un cínico o un dictador de igual pelaje. Y más después de que el ejército sirio haya masacrado en los últimos meses a miles de personas y destruído ciudades con el único fin de mantener en el poder a otro vástago más de esta saga de criminales.

Quizás merezca otra entrada la actitud de la comunidad internacional en este tiempo, en el que ha mirado para otro lado cuando un pueblo se levantaba en armas contra la tiranía, alentado por una primavera que sí encontró respuestas en otros lugares. ¿O hace falta recordar la intervención militar en Libia?

lunes, 18 de julio de 2011

El orín de los perros

(@www.elpais.com.co)
Llegan las noticias sobre Libia que dan cuenta de los bombardeos aliados y sus víctimas inocentes, de los reconocimientos oficiales a los rebeldes o de la orden internacional de detención contra Gadafi y, al mismo tiempo, compitiendo por el escaso espacio que los medios de comunicación dedican a las informaciones del mundo, las procedentes de Siria, donde el sátrapa Bashar al Asad masacra desde marzo a la población civil sin que se produzca una simple condena, sin que se valore, ni de lejos, intervenir militarmente en ese país. ¿Y qué decir del dictador yemení y del sufrimiento al que ha estado sometiendo a su pueblo durante décadas? Ni una mención entre tanta reprobación al régimen libio al que, dicho sea de paso, se le tenía muchas ganas -no entro en si justificadas o no- desde los años ochenta y al que ahora se golpea una vez ha quedado aislado.

En un caso -Libia-, se habla solemnemente de genocidio; en los otros -Siria y Yemen-, se alude llanamente a asuntos de índole interno y se despacha la cuestión mirando hacia otro lado, no vaya a ser que la famosa primavera árabe se convierta en Oriente Próximo en un incendio de imprevisibles consecuencias. Y ante esta interesada disparidad de criterios, mientras mueren asesinados quienes persiguen la libertad, me vienen a la memoria aquellos versos de León Felipe que hablaban de justicia:

"Si no es ahora, ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos
que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora … ¿cuándo se pierde el juicio?"

Tampoco puedo dejar de pensar en esos millones de personas a las que espera una muerte segura si nadie hace nada para paliar las hambrunas que hacen estragos en el Cuerno de África. Y me pregunto: ¿no actuar no es una forma de genocidio? ¿Las vidas de esas gentes valen acaso infinitamente menos que el orín de los perros?

domingo, 1 de mayo de 2011

Una voz necesaria

(@www.vanguardia.com.mx)
Ha muerto Ernesto Sabato. Se ha ido una voz necesaria, imprescindible. Decimos adiós a una de esas personalidades cuyo compromiso vital hace en muchas ocasiones de faro de las sociedades e impide que éstas y sus ciudadanos enfermen. Él nos recordó que al final del túnel siempre hay luz por muy oscuro que nos parezca, nos avisó de que los héroes están demasiado cerca de las tumbas cuando no en ellas, nos llamó la atención sobre la fragilidad de la condición humana y, sobre todo, nos alertó de la naturaleza de los exterminadores, de los genocidas, tan de moda en estos tiempos en que los criminales campan a sus anchas en Siria, Yemen, Marruecos o Libia, como antes lo hicieron en su Argentina natal, en Uruguay, en Paraguay o en España. Contra ellos nos hizo expresar toda nuestra rabia, que también era la suya.

Como ha dicho su familia en el comunicado en el que ha hecho pública su muerte, Ernesto Sábato no les pertenecía solo a ellos, sino a todos nosotros. Como antes ocurrió con gente como José Saramago, Naguib Mahfuz o Francisco Ayala. Nos queda su magnífica obra, pero también el recuerdo de ese simple mortal, de ese tierno desamparado, como una vez él mismo describió a Don Quijote. Quizás tenía mucho del personaje de Cervantes, como lo tienen quienes están convencidos de que estamos sobre la faz de la tierra para luchar por la justicia y por el prójimo.



viernes, 25 de marzo de 2011

Y ahora, ¿qué?

Ahora que se ha escarmentado al sátrapa libio, pero que está claro que lo de ponerlo de patitas en la calle no está dentro de las previsiones de la coalición que el aprendiz de Napoleón lidera, ¿qué? Ahora que Bashar al Asad ordena a sus tropas que siembren las calles de Damasco, Deraa y otras ciudades sirias de muertos, ¿qué? Ahora que el dictador yemení  Ali Abdalá Saleh hace oídos sordos a un pueblo que lleva meses clamando libertad, ¿qué? Ahora que la Plaza de la Perla de Manama (Bahrein) es un solar vacío en el que no resuenan ya ni los ecos de las protestas ciudadanas, ¿qué? Ahora que también Jordania se suma a la lista de países en que el pueblo reclama democracia y reformas sociales y politicas, ¿qué? Ahora que el mero anuncio de cambios en Marruecos es recibido como si ya se hubiera producido una transformación, ¿qué? Ahora que Mohamed Bouazizi es el nombre casi olvidado de alguien que quizá nunca creyó que con un gesto suicida provocaría una ola de revueltas en el mundo árabe, ¿qué? Ahora que la ilusión y el optimismo de estos últimos tiempos se tornan lentamente en desesperanza y decepción, ¿qué?

Y ahora, ¿qué?

domingo, 20 de marzo de 2011

Plaza de La Perla (3)

(@Reuters)
Ahora que el otrora amigo y socio comercial se ha transformado en enemigo irreconciliable, ahora que se han iniciado los ataques sobre Libia, ahora que los rebeldes han encontrado respuesta militar a su desesperado llamamiento de ayuda externa, ahora que confiamos en que la Odisea del amanecer sea limitada en su duración y efectos -especialmente sobre la población civil, que no sobre el régimen criminal de Gadafi, al que debe poner punto y final-, ahora que... 

Y mientras, en Yemen, cada manifestación pacífica es reprimida por las fuerzas de Ali Abdullah Saleh, que no dudan en disparar con fuego real y sembrar las calles de Saná de muertos. En Bahrein, el símbolo de la revuelta, la Plaza de la Perla, ha sido destruido por unas autoridades que, además de expulsar a los manifestantes del lugar, han recibido, entusiastas, a las tropas de ocupación. En Marruecos, en Siria, en Argelia... se suceden las protestas ciudadanas y también las mismas respuestas por parte del poder: la feroz represión. 

A uno le queda la sensación de que a Occidente le resulta más fácil volver a bombardear un país al que ya dio un escarmiento hace algunos años, que alentar, favorecer y respaldar -con hechos, no sólo con palabras pronunciadas a media voz- a quienes reclaman libertad y democracia desde el mundo árabe. A uno le queda la triste sensación de que si Ben Alí y Mubarak hubieran aguantado un poco más, aún estarían sentados en sus sillones de sátrapas...con el beneplácito occidental.