El concurso voluntario de acreedores presentado por la editora del diario Público es un mal presagio, además de una malísima noticia. Para sus trabajadores. Para sus lectores. Para la izquierda. Para nuestra democracia. Me quedo con las palabras de su director, el tercero en la corta historia del periódico, Jesús Maraña, quien reiteraba los principios fundacionales de la joven cabecera, en lo que parecía más una sentida despedida que una exposición de las causas que han llevado a esta drástica situación: "Quería ser un diario sinceramente progresista, defensor de una España plural y moderna y respetuoso con sus distintas culturas, aspiraciones y lenguas, que sirviera como herramienta de conocimiento y como plataforma de debate de ideas a una izquierda también plural que siempre ha reivindicado la importancia de lo público y la defensa del Estado del bienestar y de las capas más débiles de la sociedad".
Todo tiene tan mala pinta, que no sabemos, en estos momentos, si en los próximos días volveremos a encontrarnos con Público en los quioscos. Una lástima, ya digo, para quienes creemos que España necesita voces críticas, que nuestro país clama por portavoces de un pensamiento que se aleje del maldito neoliberalismo que nos ha traído hasta la orilla en la que nos estamos ahogando, que la ciudadanía no puede quedarse exclusivamente con los representantes de la derecha extrema que vociferan a diario desde el papel, las ondas y una TDT tan sospechosa como vomitiva.
¡Qué poca esperanza para quienes defendemos un periodismo de izquierdas que proclame la vigencia de valores como la solidaridad, la igualdad o el laicismo, hoy tan lejanos!