De la amplia entrevista que publica El País con quien parece que será el próximo presidente del Gobierno de España, dos cosas me quedan meridianamente claras. Primera, Mariano Rajoy es un político cuyo territorio de acción preferido es el de la ambigüedad, la indefinición, la vaguedad, la escasa claridad. Resulta imposible adivinar, a partir de las respuestas que da a Javier Moreno, no ya el alcance del programa electoral del Partido Popular, sino las propias medidas que va a adoptar si, como parece, gana el 20-N. Salvo que su estrategia sea que no nos enteremos de nada hasta el 21-N y que a partir de ese día nos vayamos preparando para lo que pueda venir. O que juegue al despiste, algo que, en los tiempos que corren, con los mercados al acecho, no parece que sea lo más apropiado ni decente. O que ejerza de gallego y que cada uno entienda lo que quiera.
Segunda, que su política estará basada en un único verbo, que podremos conjugar como queramos, pero que, en ningún caso, cambiará de significado: recortar. Dependencia, desempleo, sanidad, educación, cultura... son ámbitos destinados a sufrir los tijeretazos -él los llama ajustes y además los justifica porque se amparan en decisiones de instancias superiores- que se avecinan.
Y, claro, como ya advierte para los más crédulos que no tiene "varita mágica", pues las sensaciones que al final quedan son la desconfianza y el escepticismo, pero nunca la tranquilidad o la seguridad que él tanto reitera y en las que ha basado un programa de medidas que, a estas alturas, aún desconocemos.