Hoy, al ver las explosiones de júbilo de los manifestantes egipcios congregados en Midam Tahrir tras conocerse la renuncia del dictador Mubarak, he sentido la misma emoción que cuando la televisión retransmitió en vivo la caída de Ceaucescu en diciembre de 1989. Entonces, fuimos testigos de cómo el pueblo rumano recobró la libertad y volvió a ser protagonista de su propio destino. Ahora, tres semanas de manifestaciones y de revueltas populares, retransmitidas casi minuto a minuto a través de todas las ventanas de comunicación del mundo, han bastado para acabar con tres décadas de tiranía en Egipto.
Se abre una etapa de incertidumbre, aún es pronto para saber qué papel desempeñará el ejército y la clase política que ha acompañado durante estos años al caimán en su aventura totalitaria, en su cleptocracia. También para conocer la reacción que tendrán los países occidentales que con tanta simpatía trataban al rais y que preferían mirar hacia otro lado para no ver sus desmanes, sus atropellos, sus crímenes. Pero, de lo que no hay duda, es de que cuando un pueblo decide recuperar su rol protagónico, no hay quien lo detenga, por muchas armas que posea. Ya nada será igual, ya nada deberá ser igual en la antigua tierra de los faraones.
La rebelión en el mundo árabe a la que desde hace semanas asistimos no debería acabar aquí, ni ser frenada por el temor, tan recurrente pero tan dañino, al islamismo, al terrorismo integrista. Después de Ben Alí y de Mubarak, otros muchos sátrapas tendrán que abandonar los tronos a los que con sangre y fuego se han venido agarrando durante años. La democracia no es una utopía.
PD: Mañana, 12 de febrero, a las 12 horas, en la Puerta del Sol (Madrid), Día Global de Acción por Egipto y otros países del Norte de África y Oriente Próximo, convocado por Amnistía Internacional.
Se abre una etapa de incertidumbre, aún es pronto para saber qué papel desempeñará el ejército y la clase política que ha acompañado durante estos años al caimán en su aventura totalitaria, en su cleptocracia. También para conocer la reacción que tendrán los países occidentales que con tanta simpatía trataban al rais y que preferían mirar hacia otro lado para no ver sus desmanes, sus atropellos, sus crímenes. Pero, de lo que no hay duda, es de que cuando un pueblo decide recuperar su rol protagónico, no hay quien lo detenga, por muchas armas que posea. Ya nada será igual, ya nada deberá ser igual en la antigua tierra de los faraones.
La rebelión en el mundo árabe a la que desde hace semanas asistimos no debería acabar aquí, ni ser frenada por el temor, tan recurrente pero tan dañino, al islamismo, al terrorismo integrista. Después de Ben Alí y de Mubarak, otros muchos sátrapas tendrán que abandonar los tronos a los que con sangre y fuego se han venido agarrando durante años. La democracia no es una utopía.
PD: Mañana, 12 de febrero, a las 12 horas, en la Puerta del Sol (Madrid), Día Global de Acción por Egipto y otros países del Norte de África y Oriente Próximo, convocado por Amnistía Internacional.
¡Viva, viva, viva!
ResponderEliminarVivan los insumisos.
Por que fué un insumiso militar el que se negó a disparar contra el ciudadano...Seguro que recibieron la orden.
Fué un insumiso ciudadano el que se cargó de razón e inició la protesta... Y recibió la orden de desalojo, y gracias a que consigo tenía a otro insumiso, y otro y otro... el dictador se marchó.
¡Sumisos del mundo, sumemos el "in"!
A ver si aprendemos y nos rebelamos contra nuestro actual dictador: el capital.
FM
Disculpa, pero me temo que a Ceaucescu le llegó su hora en 1989, no en 2009...
ResponderEliminarAnónimo, gracias por la aclaración. Ha sido un lapsus. Ya corregido. Se agradece el gesto.
ResponderEliminarSaludos
La verdad es que ha sido maravilloso, ver como el pueblo, de forma pacifica, ha logrado echar al dictador. Es asombroso ver a la gente no amilanarse y continuar hasta lograr su objetivo. Deberiamos tomar ejemplo en todo el mundo.
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