(@Ignacio Evangelista)
Si no fuera porque la noticia está fechada en Madrid, a 28 de mayo de 2012, la imagen del cantautor Javier Krahe sentado en el banquillo de los acusados por un presunto delito de escarnio a las creencias religiosas nos retrotrae a los años del tardofranquismo o a los primeros tiempos de la Transición, cuando la ultraderecha aún campaba a sus anchas en todos los órdenes de la vida cotidiana. Por no viajar a otras épocas históricas, igualmente oscuras. Uno ya no sabe si cargar las tintas contra la asociación que interpuso la denuncia, el ultramontano Centro Jurídico Tomás Moro (CJTM), cuyo lema da cierto pavor ("Cristianizando el Derecho, Cristianizando la Sociedad"), o contra el juez que se ha prestado a este juicio inquisitorial o pantomima judicial, a pesar de que no había petición de pena por parte del ministerio fiscal.
Pasa el tiempo y permanecen los comportamientos. No he escuchado a los mandamases del CJTM pronunciarse sobre las recientes declaraciones del obispo de Alcalá de Henares, pertinaz en su homofobia, sobre la monja robaniños ni sobre la pederastia que tan querida le es a algunos religiosos. Ni tampoco sobre los gritos que en las manifestaciones "a favor de la vida" le dedicaban a Zapatero, al que deseaban que tuviera el mismo fin que su abuelo, asesinado por los franquistas y enterrado en una cuneta. Es la doble vara de medir de quienes con suma facilidad detectan la paja en el ojo ajeno pero que no son capaces de ver la viga en el propio.
Confío en que finalmente prime la cordura y que el juzgado madrileño dé carpetazo a este asunto. Por el bien de todos. Incluso del CJTM.
Pasa el tiempo y permanecen los comportamientos. No he escuchado a los mandamases del CJTM pronunciarse sobre las recientes declaraciones del obispo de Alcalá de Henares, pertinaz en su homofobia, sobre la monja robaniños ni sobre la pederastia que tan querida le es a algunos religiosos. Ni tampoco sobre los gritos que en las manifestaciones "a favor de la vida" le dedicaban a Zapatero, al que deseaban que tuviera el mismo fin que su abuelo, asesinado por los franquistas y enterrado en una cuneta. Es la doble vara de medir de quienes con suma facilidad detectan la paja en el ojo ajeno pero que no son capaces de ver la viga en el propio.
Confío en que finalmente prime la cordura y que el juzgado madrileño dé carpetazo a este asunto. Por el bien de todos. Incluso del CJTM.
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