martes, 29 de mayo de 2012

Javier Krahe

(@Ignacio Evangelista)
Si no fuera porque la noticia está fechada en Madrid, a 28 de mayo de 2012, la imagen del cantautor Javier Krahe sentado en el banquillo de los acusados por un presunto delito de escarnio a las creencias religiosas nos retrotrae a los años del tardofranquismo o a los primeros tiempos de la Transición, cuando la ultraderecha aún campaba  a sus anchas en todos los órdenes de la vida cotidiana. Por no viajar a otras épocas históricas, igualmente oscuras. Uno ya no sabe si cargar las tintas contra la asociación que interpuso la denuncia, el ultramontano Centro Jurídico Tomás Moro (CJTM), cuyo lema da cierto pavor ("Cristianizando el Derecho, Cristianizando la Sociedad"), o contra el juez que se ha prestado a este juicio inquisitorial o pantomima judicial, a pesar de que no había petición de pena por parte del ministerio fiscal.

Pasa el tiempo y permanecen los comportamientos. No he escuchado a los mandamases del CJTM pronunciarse sobre las recientes declaraciones del obispo de Alcalá de Henares, pertinaz en su homofobia, sobre la monja robaniños ni sobre la pederastia que tan querida le es a algunos religiosos. Ni tampoco sobre los gritos que en las manifestaciones "a favor de la vida" le dedicaban a Zapatero, al que deseaban que tuviera el mismo fin que su abuelo, asesinado por los franquistas y enterrado en una cuneta. Es la doble vara de medir de quienes con suma facilidad detectan la paja en el ojo ajeno pero que no son capaces de ver la viga en el propio.

Confío en que finalmente prime la cordura y que el juzgado madrileño dé carpetazo a este asunto. Por el bien de todos. Incluso del CJTM.

lunes, 28 de mayo de 2012

Esperanza Aguirre (2)

Desconozco si Esperanza Aguirre  vio por televisión la final de Copa del Rey (a la que ABC añade en su portada del pasado sábado, en su campaña contra el presunto separatismo o quizás por si había dudas, "de España") que ella misma se había encargado de calentar días antes con sus inoportunas y oportunistas declaraciones. De lo que no me cabe duda, si damos por cierta la sabiduría popular, es que este fin de semana habrá tenido un dolor de oídos de campeonato, porque debieron de pitarle de lo lindo durante el partido de fútbol. Conseguir que se suspendiera el encuentro, no lo logró, pero sí -y tiene su mérito- que la pitada al himno (al que La Gaceta dedicó una portada el viernes que es para que Carlos Dávila se lo haga ver) fuera más sonada que la de 2009, que las aficiones le dedicaran más de una pancarta y que, en los momentos en que el balón circulaba por zonas de escaso peligro, 50.000 gargantas se acordaran de ella y, lo que es peor, de su madre, que no tiene culpa de nada, claro está.

Será difícil que a estas alturas cambie -sus buenos réditos electorales le ha dado siempre su espontaneidad-, pero después de lo ocurrido estos días y de lo bochornoso de su actuación, a lo mejor a partir de ahora mide algo más el alcance de sus palabras y ejerce con la responsabilidad que se le presupone por el cargo que ocupa. Pero será difícil. A pocos personajes públicos les gusta más un micrófono que a la señora Aguirre.   


miércoles, 23 de mayo de 2012

Esperanza Aguirre

Esperanza Aguirre es de esos políticos sueltos de lengua, incapaces de permanecer en un discreto silencio durante varias horas, que están convencidos de que deben opinar de todo, como si fueran tertulianos radiofónicos y no gestores públicos. Para entendernos, es de los que cada vez que hablan, provocan una subida del pan. Todo dentro de lo normal -lleva ya unos cuantos años siguiendo la misma táctica, adornándose con lo que algunos tildan de gracejo natural, y al parecer le da buenos resultados-, si no fuera porque con demasiada frecuencia se olvida de que vivimos en un país democrático en el que los ciudadanos gozamos del ejercicio de libertades fundamentales. Quizás ella se sintiera más a gusto en un régimen de pensamiento único, en el que no hubiera discrepancias ni discrepantes, manifestaciones ni manifestantes, divergencias ni divergentes, pero...le ha tocado vivir en esta España constitucional. 

Su última gracieta -no se me ocurre otro calificativo para sus declaraciones relativas a la final de la Copa del Rey de fútbol que se celebra el 25 de mayo en el Estadio Vicente Calderón- ha sido sugerir disparatas soluciones en el caso de que las aficiones del Barça y del Athletic Club piten y dediquen sonoras butifarras al himno nacional y a la representación de la Casa Real presente en la tribuna. ¿Acaso para asistir a un partido de fútbol hay que hacer una declaración jurada de adhesión a la Monarquía y, ya de paso, a la religión católica, apostólica y romana, por no hablar de suscribir un manifiesto a favor de la familia y del obispo de Alcalá de Henares?

Yo, la verdad, no tenía previsto silbar -tampoco se me da muy bien-, pero a lo mejor me da por rebelarme contra la sandez de esta señora y me sumo a la protesta. Lo dejo escrito por si acaso, a posteriori, les da por buscar culpables. Uno ya no sabe....


lunes, 9 de abril de 2012

El generalote bolivariano


Si no fuera por el drama que están viviendo millones de ciudadanos sirios desde que iniciaron la rebelión contra el tirano Bashar al Asad, las palabras del generalote bolivariano sobre las supuestas reformas iniciadas por el Gobierno de Siria merecerían formar parte de un monólogo de humor de Luis Piedrahíta. Pero resultan repugnantes. Afirmar que el hijo de otro ilustre asesino, Hafez al Asad, ha emprendido cambios y que detrás de todo lo que sucede en ese país está la mano demoniaca de Estados Unidos es vivir fuera de la realidad o ser un cínico o un dictador de igual pelaje. Y más después de que el ejército sirio haya masacrado en los últimos meses a miles de personas y destruído ciudades con el único fin de mantener en el poder a otro vástago más de esta saga de criminales.

Quizás merezca otra entrada la actitud de la comunidad internacional en este tiempo, en el que ha mirado para otro lado cuando un pueblo se levantaba en armas contra la tiranía, alentado por una primavera que sí encontró respuestas en otros lugares. ¿O hace falta recordar la intervención militar en Libia?

jueves, 29 de marzo de 2012

A Flora García Ivars

Tuve la suerte de conocer a Flora García Ivars cuando entrevisté a su marido, el escritor Ricardo Lezcano, para el diario Canarias 7. Desde ese mismo día, hace ya unos años, he disfrutado de su amistad y su cariño. Una mujer valiente, generosa, divertida y, por encima de todo, optimista. Ni los malditos achaques de una salud quebrada desde la infancia, ni las intermitentes entradas y salidas del hospital pudieron doblegar su inteligente sentido del humor y su fina ironía. Hasta ayer, 28 de marzo, en que su cuerpo dijo basta. Casualmente, horas después de que se conmemorara el Día Mundial del Teatro, una afición a la que se entregó en cuerpo y alma, ya como aficionada, ya como actriz -creó junto a Ricardo el Teatro Insular de Cámara en Las Palmas de Gran Canaria de los años cincuenta y hasta hace muy poco seguía ensayando por el puro placer de pisar las tablas.

Flora, que supo estar siempre en un segundo plano, cediendo el protagonismo a Ricardo, dejó también un par de libros publicados y un breve relato biográfico, inédito, gracias al cual conocí las dificultades que pasó siendo niña: el paso a pie por la frontera pirenaica, a través de las montañas, camino del exilio francés, en pleno invierno del 39, las vivencias en un pequeño pueblo galo y el obligado regreso a una España nacional-católica que no perdonó a los que consideró traidores a la patria.

Y siempre me llamó la atención el profundo amor que profesaba a Ricardo, al que conoció cuando ella tenía tan solo diez años y él ya había vivido la experiencia de la guerra civil. La ternura con la que se dirigía a él. Los cuidados que le prestaba en todo momento. Siempre vigilante, siempre dispuesta.

Flora, gracias por tu amistad. Descansa en paz.

martes, 20 de marzo de 2012

Librería Antonio Machado

Hay noticias que parecen extraídas de la hemeroteca o de esa sección de Efemérides que tanto gusta a los periódicos con historia, si no fuera porque son recientes. He sabido a través del blog de Juan Cruz que una de las librerías en las que con mayor frecuencia adquiero mis lecturas, la Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes de Madrid, fue atacada este lunes por un ¿energúmeno?, ¿gamberro?, ¿pirómano?, ¿enemigo de la libertad?, que aprovechó que el local estaba cerrado para cometer una fechoría que, por suerte, no pasó a mayores.

¿Cómo denominar a quien considera que en los centenares de volúmenes dispuestos en los estantes hay enemigos potenciales a los que debe aniquilar, a los que debe lanzar un fuego purificador que acabe con ellos y, de paso, evite que prenda el conocimiento, la sabiduría o el placer que llevan consigo? El nazismo y también el franquismo se vanagloriaron de las quemas públicas de libros, actos con los que buscaban asesinar simbólicamente a sus autores, advertir a la población de lo pernicioso y peligroso de adquirirlos, poseerlos o leerlos, y, por encima de todo, imponer un régimen de terror en el que estuvieran ausentes las libertades de pensamiento, de expresión, de discrepancia o de debate, porque lo que debía imperar era el pensamiento único.

También la Transición vivió episodios como el ocurrido el día de San José, que creíamos desterrados para siempre de nuestra vida cotidiana. Quizás sea un hecho meramente anecdótico o, quizás, lo que resultaría preocupante, una muestra de los tiempos que corren.

lunes, 12 de marzo de 2012

Benjamín Escoriza

Hay noticias que te sacuden como lo haría un puñetazo en pleno rostro. Y así lo ha hecho la de la muerte de Benjamín Escoriza, ese maestro de la rica música mestiza de la Península Ibérica, ese hombre de sonrisa perenne y voz rotísima, que no perdía nunca el ritmo, porque había nacido con él, aunque por momentos nos pareciera inaudible,  que he recibido de quien ha escrito su necrológica para El País. No voy a proclamar aquí que éramos amigos, porque es incierto. Tampoco que habíamos hablado recientemente, porque sería mentir. Y es absurdo que me enorgullezca de que su teléfono móvil aparece en mi lista de contactos.

Pero sí que tuve la suerte de conocerlo gracias a mi oficio -¿profesión?- de periodista. Lo entrevisté para la  ya extinta Batonga! y me concedió una interpretación de La Tarara en un pequeño local, aunque yo era el único espectador. Luego tuve la ocasión de compartir momentos inolvidables en Fuerteventura, con motivo de una de las ediciones de Fuertemúsica!, festival que reunió por una noche a Radio Tarifa. Y alguna que otra vez me lo encontré en las cercanías de la SGAE, seguramente porque había ido a registrar los temas de sus trabajos en solitario.

De él me quedan recuerdos, la sorpresa que le produjo la sobria belleza de la isla a la que exiliaron a Unamuno, o la invitación que me hizo para que disfrutara de una paella a cambio de queso majorero, de la que nunca hice uso. Cuando hoy he recibido la fatal noticia, un pensamiento me ha venido inmediatamente: "¡Maldita sea, siempre se mueren los mejores!" Y he pensado en aquella persona generosa que se mostraba tal cual era, porque le daba igual quién estuviera enfrente. ¿Qué le habrá cantado a la muerte cuando lo vino a visitar este pasado sábado?, me pregunto.