(@Milton Rogovin)
El coronel no tiene quien le escriba, pero los más desfavorecidos de la sociedad capitalista encontraron en Milton Rogovin al remitente que, desde el compromiso político, pero sobre todo artístico, denunció su exclusión social, su marginación. Los protagonistas de sus instantáneas -¿o habría que llamarlas documentos, testimonios de la injusticia?- fueron siempre Los Olvidados -sí, como el título de la película de Buñuel, que inspiró su serie The Forgotten Ones-, los que habitan los suburbios, los que quedan fuera de los límites del sistema, los que menos posibilidades tienen de salir del pozo.
Admirador de la pintura de Goya y de los grabados de la alemana Käthe Kollwitz, que colgaban de las paredes de su casa, porque en ellos se denuncian las atrocidades de la guerra, se presta atención a la gente común y se muestran los problemas de los miserables, renunció voluntariamente a fotografiar la riqueza y el glamour que rodea a los ricos porque, según decía, la fotografía no era su medio de vida, sino la mejor forma con la que contaba para expresar sus pensamientos y sus sentimientos sobre los seres humanos: "Me hacía sentir bien la posibilidad de acercar a los olvidados a la atención pública. He creído que hacía algo importante".
Y tenía razón, porque importante es el legado que nos deja este generoso artista del que hoy he sabido que ha muerto a los 101 años de edad.
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