
Las dos novelistas son valientes, sinceras y a través de sus protagonistas femeninas nos acercan sin tapujos, en toda su crudeza, a una sociedad enloquecida por la violencia, sumergida en el dolor y en el horror, en unos años marcados por la guerra civil entre facciones religiosas y la prolongada ocupación israelí, en un tiempo en que la muerte se convierte en la compañera habitual de sus habitantes. Zena y Darina tratan de combatir los prejuicios, de vivir en libertad, de ser fieles a unos sueños y unos valores que acabarán chocando de frente con unas reglas sociales y unas costumbres religiosas que se tornan en sus principales enemigos. Ellas serán las grandes derrotadas de esa lucha desigual.
Pero antes tratarán de combatir contra los prejuicios, contra el orden establecido durante siglos, de lograr la victoria. Tanto una como otra se inician en el sexo mientras desafían, cada día, a cada instante, las balas, los bombardeos, la sinrazón bélica. Esquivan a la muerte al tiempo que la persiguen. Apuran cada instante como si fuera el último de sus vidas. Y a su alrededor, van cayendo los amigos, los familiares, los desconocidos. La guerra convierte Beirut, territorio principal de ambas narraciones, en una ciudad en la que los más jóvenes tratan de no perder ni un segundo de su vitalidad, de su jovialidad, de su energía, por lo que pudiera ocurrirles al segundo siguiente. Alcohol, drogas, promiscuidad, amor, diversión a raudales. Todo está permitido, mientras seas capaz de sobrevivir, mientras dure la guerra. Cuando retorne la paz, comenzará otra guerra más silenciosa, pero igual de dañina.

Has captado mi interés. Haré por conseguir ambos libros. Me encantan estas historias con aire crepuscular, que en el fondo recrean la manera que tenemos de enfrentar el fin de la existencia: dándonos a toda suerte de excesos y depravaciones. Tal vez con ello sólo estemos representando nuestra verdadera forma de ser, nuestro yo íntimo, en el que la mayor de la perversiones es la más normal de las conductas.
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